Ley electoral
Pacto para el fin de ETA
Hizo bien el presidente del Gobierno reconociendo a todos los ministros del Interior en la hora del fin del terrorismo. Aznar cercó a los criminales hasta la asfixia social y política promoviendo la Ley de Partidos, y Zapatero, aparte de promover el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo cuando estaba en la oposición, desde el Gobierno, tras fracasar la negociación con ETA, siguió con la política dura de detenciones.
Las primeras valoraciones de los dos líderes políticos, Zapatero y Rajoy, responden a lo que ambos hablaron previamente en una conversación telefónica. Son concisas, prudentes y consensuadas. El primero habla de «triunfo definitivo y sin condiciones» del Estado de Derecho y el segundo, de buena noticia alcanzada «sin cesiones políticas». Más de lo que se podría esperar en campaña electoral. Hasta aquí todo correcto. ¿Pero que sucederá a partir de hoy?
En primer lugar, precisamente por estar en campaña electoral, existe el riesgo de que uno de los candidatos, Rubalcaba, pueda caer en la tentación de exhibir sus méritos policiales para acabar con el terrorismo. Riesgo de politización comprensible porque el otro discurso de campaña, el de la crisis y el paro, es el que menos interesa a los socialistas. Sinceramente, espero y deseo que esto no suceda. Las declaraciones primeras de los dos grandes líderes apuntan a un pacto para dejar el terrorismo fuera del combate electoral. Con idéntica prudencia se ha expresado el propio Rubalcaba.
En segundo lugar, tras el 20-N tendremos un nuevo Gobierno que, si se cumplen las encuestas, pilotará Rajoy. Zapatero ya se refirió a eso en su primera comparecencia: «Al Gobierno y al Parlamento que resulten de las elecciones les corresponderá conducir esta nueva etapa, que deberá responder a un compromiso unitario». U-ni-ta-rio. Cierto. Sólo si los partidos van de la mano, al menos los dos grandes, pero ojalá también los pequeños y los nacionalistas, se podrá conducir con éxito este proceso, sin riesgo de que vuelvan los atentados. Porque a partir de ahora queda por roer el hueso. ETA tiene que disolverse y entregar las armas para poder dialogar de presos, pero de poco más. Su brazo político ya está en las instituciones y, previsiblemente, rentabilizando toda esta escenografía, podrá formar grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados. Y andando el camino, sentar a Otegi en la Lehendakaritza.
«No ha habido concesiones», ha dicho Rajoy, y ésta ha sido su primera concesión tras dialogar con Zapatero, y en pro de la unidad, porque la realidad es que concesiones sí ha habido. Amaiur se presenta a las elecciones generales sin expurgarles sus listas, y el Tribunal Constitucional se fracturó y corrigió al Supremo para colar a Bildu en las autonómicas y municipales. Todo sin que ETA se haya disuelto. Dejando que ETA tutele el proceso.
Antes y después del 20-N es preciso, por lo tanto, una respuesta unitaria al menos de los dos grandes partidos. Espero que la altura de miras de los dos candidatos, Rubalcaba y Rajoy, lo haga posible.
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