Nueva York

Dónde están los manuscritos de Tombuctú

La mitad del territorio de Mali ha caído en manos de grupos afines a Al Qaeda y se teme que la biblioteca Kati, uno de los tesores de la cultura del Al Andalus, esté en su poder. La Junta dice que esta ciudad es «un trocito de Andalucía en África» 

Dónde están los manuscritos de Tombuctú
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Que la desértica ciudad de Tombuctú (Mali), al noroeste de África, forme parte de Andalucía parecería una incongruencia. Pero no lo es. Al menos, no del todo. El legendario lugar, inspiración de novelistas y dorado de exploradores, esconde 3.000 documentos de esencial importancia para la reconstrucción del pasado de Al Andalus, la España musulmana, la convivencia de las tres culturas (árabe, cristiana y judía), nuestra historia. El golpe de estado perpetrado por una de las ramas de Al Qaeda, Ansar Din (Defensores del Islam), a finales de marzo, pone en peligro su supervivencia. Nadie sabe qué ha pasado con los manuscritos. La prensa internacional no accede a la zona. Las informaciones son de devastación, muerte, saqueo y caos. Y los papeles, ¿perdidos?

El hecho de que pocas personas conocieran la existencia de estos documentos, apuntan los historiadores, no resta importancia al tesoro cultural ubicado en Tombuctú por el tesón de una familia de moriscos llegados a Mali en el siglo XV. Los legajos están escritos en árabe, hebreo, español medieval y aljamiado (castellano con caracteres árabes). Hay tratados de medicina, astrología, matemáticas, geometría, derecho, crónicas de viajes... Por eso la Junta de Andalucía ayudó económicamente a su conservación, edificó una biblioteca y su página web de turismo incluye Tombuctú entre sus destinos. Y lo llama, quizás con un punto de exageración: «Un trocito de Andalucía». Como una provincia más. Lo que sí está claro es que la biblioteca Kati, llamada así por el apellido de la familia morisca que conservó los manuscritos, podría estar hecha trizas en estos momentos.

Documentos esenciales
La Junta ayudó a los descendientes de los antiguos castellanos exiliados por el grado de intransigencia y persecución de la época. Querían salvaguardar los manuscritos que los moriscos (musulmanes convertidos al catolicismo) llevaron allí en su diáspora entre los siglos XV y XVI.En febrero de 2000 un grupo de intelectuales, entre los que figuraban Juan Goytisolo, José Saramago o Valente, pidieron en un manifiesto «acciones urgentes» para salvarlos. En 2002, se construyó la biblioteca. «Los legajos poseen un valor histórico y cultural sencillamente esencial para entender el legado andalusí», explica a LA RAZÓN el hispanista de origen británico Michael Jacobs. Sus viajes a Tombuctú marcaron su trayectoria dedicada, sobre todo, a la España hispano-árabe. Cientos de moriscos, comenta el experto, «querían conquistar». Otros sólo huyeron. Todos ellos, junto con oleadas posteriores (y algunas incluso anteriores), poblaron la zona, a la ribera del río Níger. Las calles, arquitectura, celosías e incluso las puertas de las viviendas atestiguan su carácter musulmán/andaluz.

Pero la pregunta inevitable es: ¿qué ha pasado con la biblioteca que albergaba los manuscritos? Las especulaciones, de todo tipo: desde que se han quemado ya, dada la violencia devastadora de los terroristas; que alguien los ha sacado para protegerlos; que son ya pasto del suculento mercado negro o, quién sabe, que se hayan convertido en la joya de la corona de Al Qaeda, que tendría en su poder parte de su historia, la del mundo árabe, que es también parte de la nuestra (sobra recordar los 800 años de historia compartida, desde el 711 hasta 1492 ). Los especialistas prefieren pensar que no se han destrozado. No quieren ni pensarlo. «Ni siquiera Al Qaeda los destruiría. Sería destruir su propio pasado», llega a decir Jacobs.

Los islamistas del grupo armado yihaidista controlan ahora Tombuctú. Más de diez mausoleos musulmanes ya han sido destruidos. El pasado lunes arremetieron contra la puerta sagrada de una mezquita simbólica, Sidi Yeyia, de la que la creencia popular maliense aseguraba que «tras su destrucción vendría el fin del mundo». «Vinieron con picos y comenzaron gritando ‘‘Alá''», indicó un guía turístico de Tombuctú a una de las pocas agencias de comunicación que permanecía en la zona. «Eso es muy grave. Algunos de los civiles que miraban, lloraron», agregó.

La querencia de Al Qaeda por su antigua tierra, Al Andalus, ya ha quedado patente en varios vídeos reivindicativos de atentados, entre ellos en uno emitido poco después de la tragedia de las Torres Gemelas en Nueva York.

La familia Kati es africana pero sus raíces comienzan en Toledo. Tombuctú, en Mali, al sur de Argelia y en el cauce del Níger, fue el destino de esta familia castellana que huyó de Toledo en el siglo XV. Transmitido de abuelos a nietos, todos guardaron durante siglos los manuscritos de sus antepasados. El último de la saga, Ismael Diadié, historiador, en un perfecto español, lo contaba a TV1 en un documental grabado allí en 2008. «Fue mi padre quien decidió colocar y ordenar la herencia», contó Diadié. Los legajos se mantenían por entonces en baúles y cajas. Su conservación era mala. Algunos prácticamente se deshacían con solo tocarlos. «Contaban en Tombuctú que algunos de estos papeles, de incalculable valor, colgaban de las ramas de los árboles», recuerda Jacobs de sus primeras visitas a Mali.

¿Testimonios perdidos?
Entre los manuscritos,se encuentran verdaderos testimonios de la historia. Algunos autores cuentan en árabe las penalidades de su exilio por ejemplo. «Salí hace dos meses de Toledo, tierra de los moros, camino del reino del sur, tierra de los negros, donde espero encontrar la paz», reza uno en árabe. La fecha: 1468. Otros muestran pruebas manuscritas de la llegada a Tombuctú de otro exiliado andaluz, León el Africano, o de personalidades como el poeta Yuder Pachá en 1591. Los responsables de la biblioteca informaron de la existencia de documentación del siglo XV al XIX.

El Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) llegó a restaurar algunos de los legajos antiguos a través de la Agencia Andaluza de Cooperación. «Incluso tuvimos aquí documentos de Tombuctú, de los que éramos propietarios, pero se los llevaron para allá», informan desde el IAPH. Desde la Junta de Andalucía declaran que, de momento, la biblioteca «no se ha destruido», que los fondos documentales «puede que no se hayan tocado» y que, en cualquier caso, «son de propiedad privada» (de la familia Kati). Pero tampoco saben mucho más y, lo peor, nadie se hace responsable. No hay declaración oficial ni llamamiento internacional para que el legado no se pierda. «Habrá que esperar a ver qué pasa», concluyen.

En 1467, Toledo vivió una ola de violencia religiosa. Las antiguas familias cristianas que habían abrazado el Islam (de forma real o fingida) fueron víctimas de todo tipo maltrato social. También los judíos. Los moriscos cruzaron el mar, atravesaron el desierto, y llegaron a la mítica Tombuctú. Todo queda recogido en los «papeles perdidos». Las anotaciones en los márgenes, debida a la escasez de papel, datan de distintos periodos, en lenguas diferentes. En la biblioteca Kati puede encontrarse de todo. O se podía.

Una desaparición anunciada
Tombuctú fue un centro cultural a la altura de Córdoba o Damasco. En el siglo XV había 50 madrazas y 25.000 estudiantes. La población era de 80.000. Los continuos enfrentamientos, la sequía y la falta de recursos lo convirtieron en un municipio donde ahora apenas pasan burros cargados hasta la extenuación, niños descalzos, camellos cabizbajos o mujeres con telas de llamativos colores y las manos dolidas de trabajar.
Los terroristas no muestran piedad con nada. Alguno desconocerá que esconde la biblioteca. El historiador Manuel Villar Raso, que viajó a Tombuctú más de una decena de veces, alertó de la posible pérdida. «Hay tres libros de un enorme valor en la biblioteca: un libro que escribió uno de sus antepasados, un Corán ceutí grabado en oro y una importantísima biografía de Abu Haq Es Saheli», declaró hace pocos días a medios andaluces. Saheli, nacido en 1290 tuvo que huir de Al-Andalus y a Mansa Kankan Musa, el emperador de Mali, lo acogió. Para él alzó la Mezquita de Djingareyber, en la que, se inspiraría Antoni Gaudí para sus diseños.
El paraíso desaparece a manos de fanáticos. La historia siempre se repite.