Barcelona

Omega-3: La protección cardiovascular de los suplementos en el punto de mira

Un meta análisis publicado en la revista «JAMA» cuestiona que la ingesta de suplementos de omega-3 evite el riesgo de muerte por patologías cardiovasculares. El elevado número de estudios sobre el papel de estos ácidos grasos sobre la salud genera, según la comunidad médica, confusión ante la falta de una evidencia científica clara sobre sus efectos beneficiosos

Omega-3: La protección cardiovascular de los suplementos, en el punto de mira
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Los ácidos grasos omega-3 podrían denominarse como «el complemento para todo». En los últimos años han proliferado multitud de estudios científicos alabando las bondades de estos ácidos grasos esenciales que el organismo no puede fabricar por sí solo y que necesita obtenerlos a través de la alimentación, especialmente a través del pescado azul y de los frutos secos como las nueces. Como el ritmo de vida actual impide, en muchas ocasiones, seguir una dieta que contenga todos los nutrientes esenciales y, en particular, de omega-3, no es de extrañar el auge que han experimentado los suplementos para satisfacer estas necesidades. La inexistencia de un registro oficial impide conocer el número de envases que se comercializan debido, principalmente, a la diversidad de sitios donde se dispensan: farmacias y parafarmacias, supermercados, herbolarios... Según la consultora Nielsen, en lo que va de año se han vendido en farmacias y parafarmacias 674.181 unidades de productos con omega-3.

En entredicho

Entre los múltiples beneficios que ejercen sobre la salud, el sistema cardiovascular ocupa un lugar prioritario. Sin embargo, un meta análisis publicado en el último número de la revista «Journal of the American Medical Association» (JAMA), en el que se analizaban los resultados de cerca de 70.000 personas, se descubrió que la ingesta de los suplementos de omega-3 no se asociaba con un menor riesgo de fallecimiento por cualquier causa relacionada con la salud cardiovascular, ya fuera muerte súbita, ataque cardiaco o derrame cerebral. En concreto, de las 3.635 referencias obtenidas, se incluyeron 20 estudios y, entre los 68.680 pacientes asignados al azar, se produjeron 7.044 muertes: 3.993 muertes cardiacas, 1.150 repentinas, 1.837 ataques cardiacos y 1.490 accidentes cerebrovasculares. Evangelos Rizos, del Hospital de la Universidad de Ioánina (Grecia) y responsable de la investigación, sostiene que «el análisis no indicó ninguna asociación estadísticamente significativa con los principales resultados cardiovasculares, por lo que nuestros hallazgos no justifican el uso de ácidos grasos omega-3 en la práctica clínica diaria ni tampoco su administración en la dieta». Aun así, el equipo de Rizos reconoce que para clarificar todavía más las conclusiones habría que realizar «otro meta análisis con datos de pacientes individuales. Así, se podría averiguar si existe una posible influencia de la dosis, la adhesión del paciente al tratamiento, la ingesta base y el grupo de riesgo de enfermedad cardiovascular».
Las reacciones a esta investigación no se han hecho esperar entre la comunidad médica. El doctor Xavier Pintó Sala, jefe de Sección del Servicio de Medicina Interna y de la Unidad de Lípidos y Riesgo Vascular del Hospital Universitario de Bellvitge, en Barcelona, afirma que «los datos de este tipo de análisis agrupado de distintos estudios en los que las épocas, los métodos y los pacientes son muy diferentes pueden llevar a confusión». En concreto, continúa, «los estudios ‘‘DART'' y ‘‘Gissi prevenzione'' se realizaron en un número amplio de pacientes y con un seguimiento prolongado en pacientes de alto riesgo cardiovascular o que ya padecían una cardiopatía isquémica. A raíz de estos resultados, la mayoría de sociedades científicas reconocieron que los omega-3 tenían un efecto preventivo frente a la enfermedad cardiovascular, en particular en los pacientes que ya sufrían enfermedades cardiacas».

DATOS CLAROS

Quizás, el elevado número de estudios científicos en torno a este tema ha llevado, en muchas ocasiones, a la confusión. A este respecto, la doctora Elena Fernández Jarne, del departamento de Cardiología de la Clínica Universidad de Navarra, asegura que «salen muchos artículos a favor y otros en contra y no conseguimos que haya una evidencia clara del beneficio de los suplementos de omega-3». Una opinión que comparte la doctora Isabel Díaz Buschmann, jefa de Cardiología del Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles, quien añade que «las evidencias más favorables hacia el empleo de estos suplementos se ponen ahora más en duda. A nivel experimental, los resultados que tenemos son muy prometedores porque hay mucha evidencia sobre los beneficios a muchos niveles: antioxidante, anti arrítmico, metabólico, pero los estudios que se han hecho son en poblaciones diferentes, con dosis de lo más variopintas y, posiblemente, los resultados desfavorables se dan cuando no se emplean dosis suficientes. El que no esté demostrado claramente no excluye que no sean útiles, aunque hacen falta estudios más ordenados».
En cualquier caso, los expertos coinciden en que no se deben comparar los resultados de una investigación realizada en Estados Unidos y aplicarla a pacientes españoles porque, según Fernández, «la alimentación que ellos siguen es rica en grasas saturadas, frente a la dieta mediterránea habitual en España, y en la que predominan grasas de primera calidad como el aceite de oliva».
Las actuales directrices emitidas por las principales sociedades científicas de cardiología recomiendan el uso de los ácidos grasos omega-3, ya sea en forma de suplementos o mediante asesoramiento dietético, en pacientes después de un infarto de miocardio. En concreto, la FDA (la agencia de regulación de medicamentos estadounidense) en EE UU, ha aprobado su ingesta sólo para bajar los triglicéridos en pacientes con hipertrigliceridemia. En Europa, algunas agencias nacionales de reglamentación han aprobado la administración de ácidos grasos omega-3 para disminuir el riesgo cardiovascular. A este respecto, el doctor José Ramón González-Juanatey, presidente electo de la Sociedad Española de Cardiología, afirma que «estos suplementos han demostrado su eficacia en el tratamiento de pacientes con niveles elevados de triglicéridos y, en la actualidad, las guías de práctica clínica los incluyen como una alternativa terapéutica válida a los fibratos en este grupo de pacientes». Por su parte, Díaz explica que «los pacientes con síndrome metabólico en los que no se asegure una ingesta adecuada de omega-3 en la dieta y en pacientes con niveles bajos de colesterol ‘‘bueno'' o HDL para aumentarlo, son candidatos a tomarlos». En contraposición a esto, Fernández advierte de que «se recomiendan poco y cada vez menos. El único caso, y siempre de forma complementaria con la medicación es en pacientes con hipertrigliceridemia, es decir, niveles altos de colesterol y triglicéridos».
Ante esta situación cabe plantearse si el consumo de omega-3 en nuestro país cumple con las directrices marcadas por los expertos o hace falta recurrir a los suplementos. «En las personas sanas que consumen pescado al menos tres veces a la semana no hay por qué recurrir a ningún suplemento. Pero sí son necesarios en aquellos que habiendo sufrido una enfermedad cardiovascular son intolerantes o alérgicos al pescado o en las que por distintas razones no lo consumen de forma habitual. En estos casos, se recomienda el aporte de un gramo al día», sostiene Pintó. Para obtener una dosis adecuada de omega-3, continúa el experto, «hay que tomar mucho pescado azul y más todavía en el caso de las nueces. A modo de ejemplo, cien gramos de sardinas poseen un gramo de omega-3, pero la cantidad varía según la época del año y la forma de preparación». No obstante, Díaz advierte de que «no es despreciable el riesgo de ingerir metales pesados muy tóxicos cuando tomamos grandes dosis de pescado». En concreto, «los depredadores de gran tamaño, como los grandes atunes, el pez espada o el tiburón tienen una alta concentración de contaminantes, por lo que se ha desaconsejado su consumo frecuente en algunos grupos de población como las mujeres gestantes», dice Pintó.
Conviene aclarar que no todos los suplementos que se comercializan están exentos de posibles contaminantes. «Hay que optar por aquellos que ofrezcan las máximas garantías de control de sanitario y de calidad», sostiene González-Juanatey. Y es que, como sugiere Pintó, «no todos ofrecen la misma concentración de omega-3, algunos mezclan distintos tipos de ácidos grasas, otros no cuentan con la garantía de estar libres de contaminantes, aunque sí existen lo que poseen una alta concentración y pureza y que carecen de riesgo alguno para la salud».

En el propio producto

En los últimos años ha aumentado la presencia de galletas, leche, yogures e, incluso, aceitunas que poseen omega-3 en su composición. Para el doctor Esteban Jódar, jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital Universitario Quirón Madrid, «si se alcanzan los requerimiento de 1,1 a 1,6 gramos al día no sería necesario aumentar su ingesta, aunque los requerimientos diarios bastan para alcanzar una cantidad suficiente en el 95,5 por ciento de la población». Un informe elaborado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) a principios de 2011, revela que las bebidas lácteas copan el 65 por ciento del mercado de productos enriquecidos en omega-3 y, aunque cumplen con la normativa para alegar los beneficios sobre la salud, son mucho más caros que los que no están enriquecidos.