Estreno teatral
La «línea chunga» del cómic regresa por todo lo alto
Miguel Gallardo y Juan Mediavilla presentan la integral del gran Makoki
BARCELONA- Makoki es un tipo simpático. Tiene sus manías, y a veces puede parecer un poco nervioso, pero en el fondo tiene un gran corazón, al menos tan grande como un bidón. En realidad, no, es un deshecho de persona, un quinqui, un punki, un chaval muy desorientado, pero todos los seres humanos son iguales a los ojos del señor y no hay por qué juzgarle. En su cabeza tiene un casco lleno de cables de cuando se escapó del frenopático. Sí, pasó por el manicomio, pero no era uno de esos locos fatales, sino una de esas cabras que hablan. Le estaban dando cargas de electroshock y se largó. Se le quedó el casco y así continúa. Un tiempo después, no había nada que le gustase más y se colocaba con descargas.
Finales de los 70
Aunque lo mejor que tiene es que habla y habla y habla y a veces no se le entiende nada, porque su argot es muy de la calle y dices cosas como «¡Qué pacha! ¿Dónde ha ligao tú eta pitola?» Algunos no le entienden, pero su pandilla sí, y eso es suficiente. Éste es Makoki, o era, porque murió, aunque eso no importa mucho, ahora es uno de esos personajes inmortales que reflejan como ningún otro una época y una generación ¡y qué generación!
La editorial Debolsillo acaba de publicar «Todo Makoki», integral del personaje de cómic creado por Miguel Gallardo y Juan Mediavilla en esa Barcelona de finales de los 70 que vivía en plena convulsión libertaria en los inicios de la democracia. «Trabajábamos por amor al arte. En Madrid, a los músicos de la movida les daban dinero, pero aquí todo era más difícil, pero creamos un personaje que conectó con la gente y a partir de allí el pastel fue haciéndose más grande», señala Gallardo.
El dibujante se encargó de poner el lápiz y Mediavilla, con un gran oído y dotes de observación, se dedicó a los guiones. El personaje nació en 1977 y relanzó la llamada línea «chunga» del cómic, marcada por la poca definición y el aire «amateur» del dibujo. Makoki era una especie de Popeye dentro del mundo de «El vaquilla». Los dibujos de Gallardo tenían muchos puntos en común con los de E. C. Segar, aunque el contexto le daba un toque único y original. «Solíamos ir con muchos dibujantes, enseñándonos lo que hacíamos, y el comentario más típico era "me has copiado la idea". Haberla hecho antes, contestabas. Lo cierto es que Makoki dio en el clavo», comenta Gallardo.
Las calles del gótico barcelonés y el ambiente del puerto empezaron a hacerse reconocibles a través de las viñetas, que se convirtieron en una especie de mapa sentimental de una generación. Es una Barcelona que ya no existe, que las Olimpiadas del 92 se encargaron de purgar, pero que continúa muy viva en la mente de aquellos que la vivieron. Había sitios míticos, como Zeleste, que ahora es una tienda Diesel; antros de travestis como «Las cuevas», donde Nazario hacía sus presentaciones y la estrella del local, la Boquerona, pasaba la fregona tras su actuación; o tugurios como «Los Monstruos», decorado con cabezas de cerdo con gafas de sol, donde se podía beber leche de pantera. «Era como "La matanza de Texas», pero con gorrinos, aunque los dueños eran amables», afirma Mediavilla.
En 1994 Makoki murió, no tenía sitio en la Barcelona del diseño y los turistas. «No le dejaron agujeros donde esconderse. No tenía sentido seguir en un parque de atracciones para guiris, pero allá donde voy, todavía me preguntan por él», comenta Gallardo.
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