Afganistán

Wikileaks primer aviso

La Razón
La RazónLa Razón

A Roberto Saviano, cuya cabeza cotiza al alza en las ruletas de la mafia, vive, tras la publicación de Gomorra, en un anonimato sostenido por guardaespaldas y maestresalas que catan su pizza de «peperoni» para evitarle una digestión mortal. Por destripar la industria de la «cosa nostra'» allí donde se encuentre, el colega ha ganado un enemigo de siete cabezas: fantasmagórico, despiadado, amoral e innumerable. Por destapar las miserias de las guerras americanas en Wikileaks, Julian Assange también ha ganado un enemigo. Más sutil, psicológico y con todas las licencias en regla, pero preciso. En sentido estricto, Assange, que es mitad pionero, mitad libelista, sería candidato a una palmada periodística por atreverse a publicar los horrores metodológicos del Ejército americano en Afganistán. En cambio, lo que lleva ya en la frente es el sello de un insurgente, acusado de socavar los pilares del sistema. Y así, se ha abierto la veda para rebuscar en su biografía e inventar capítulos negros que, como el de este fin de semana, le hicieron parecer por unas horas el violador del Ensanche a nivel mundial. El "premio-príncipe-de-Asturias"Hans Magnus Enzensberger sostiene en «La Balada de Al Capone» que la mafia es una estadio degradado y sangriento del capitalismo. Condenamos que a Saviano lo quieran liquidar, pero ¿hasta dónde debe temer Assange?