Ley electoral
Rubalcaba enfila su salida del Gobierno tras el fin del Debate
¿Y ahora qué? El final del Debate de la Nación marca la senda de una agenda política sobre la que pocos se atreven a apostar. Nadie sabe, en realidad, lo que va a ocurrir y cuándo ocurrirá.
El presidente del Gobierno es quien tiene la potestad para disolver las Cortes y convocar elecciones y es probable que ni siquiera aún él tenga la fecha exacta decidida. La situación es tan volátil que puede que sea la «prima de riesgo», la crisis griega o la salida a Bolsa de Bankia lo que determine el final de una agotada y exhausta legislatura. De ser así no serían ni los intereses electorales de Rubalcaba –como dicen unos–, ni los votos del PNV –como parece evidente–, sino la economía la que avoque o no al adelanto.
Pero el final ayer del Debate de la Nación no sólo desató nuevamente las especulaciones sobre la convocatoria anticipada, sino también la de una obligada remodelación del Gobierno. ¿Cuándo? Para esto también hay gustos y colores, pero en lo que la mayoría converge es en que los últimos cambios que Zapatero hará en su Gabinete no serán de forma inminente, pese a las especulaciones que se desataron ayer sin ningún fundamento por los pasillos del Congreso y que tanto el entorno del presidente como el de Rubalcaba negaron rotundamente. El cuándo Zapatero tenga que ajustar su Gabinete depende en exclusiva del momento en que Alfredo Pérez Rubalcaba decida abandonar el Consejo de Ministros, ya que los ajustes serán sólo para cubrir la baja del candidato socialista. Sobre la mesa, el PSOE ha barajado en las últimas semanas varios escenarios: antes del próximo día 9 de julio, fecha en que Rubalcaba será proclamado oficialmente por el Comité Federal; inmediatamente después de ese día en el que el vicepresidente tiene previsto hacer un potentísimo discurso ante la plana mayor de su partido o el próximo mes de septiembre con el nuevo curso político, haya o no adelanto electoral en otoño. Otra incógnita sin resolver es si Rubalcaba abandonará todas sus responsabilidades en el Gobierno, esto es, la vicepresidencia, Interior y la portavocía. Y, aunque hasta ahora, él mismo había defendido su derecho a hacer campaña electoral como «vicepresidente», que no como ministro, la tesis más extendida es que cuando salga abandonará todos sus cargos. Mantener sólo la vicepresidencia no serviría más que para «dar gusto a Soraya Sáenz de Santamaría», dicen en su entorno, donde también admiten que quedarse de número dos de Zapatero le impediría desmarcarse de determinadas decisiones del Gobierno como pretende llegado el caso. Es más, la diferencia entre irse en julio o irse en septiembre es mínima, ya que en agosto tampoco tendrá una intensa agenda pública de candidato que le impida compatibilizarla con su responsabilidad de Gobierno.
Salvo que la «factoría ocurrencias» del entorno Zapatero –como dicen en Ferraz– quiera dar la última campanada, lo que sí parece claro es que el sucesor natural de Rubalcaba en Interior sería su actual número dos, Antonio Camacho, y en la Portavocía, el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui. Hay variedad de opiniones sobre si debe o no cubrirse la vicepresidencia primera o dejarla vacante haciendo correr el escalafón en el organigrama del Gobierno, esto sería que Salgado o Chaves asumieran la vicepresidencia segunda.
Lo que vaya a ocurrir y cuándo vaya a ocurrir sólo lo saben, como hemos dicho Zapatero y Rubalcaba. Y aunque la decisión, como dicen, no sea inminente, uno y otro son conscientes de que la legislatura está más que acabada. Y ayer en la segunda jornada del Debate de la Nación se volvieron a dar muestras para ello porque siguió la balada triste de despedidas llenas de buenos deseos, como ya ocurrió el pasado martes. Y eso que Zapatero dijo en los pasillos que no había sido el pleno de la despedida, aunque en su discurso inicial hubiera incluido una despedida. Para no ser una despedida, ayer incluyó otra cuando acabó el debate, esta vez dirigida en exclusiva al PSOE. Primero para su portavoz, José Antonio Alonso: «Mi mayor satisfacción en este debate es que en nombre de los sociasitas haya intervenido Alonso», dijo en alusión a su recuperación tras salir de un ingreso hospitalario. Luego, para el resto de socialistas: «Nada más que gratitud y orgullo, mucho orgullo de vosotros». No sería un adiós, pero todos lo entendieron en esa clave. De hecho, no hubo portavoz, salvo el del PSOE y con algún matiz el del PNV, que ayer en el patio de la Cámara Baja no presagiara que a finales de octubre o primeros de noviembre, España volverá a pasar por las urnas. Y es que ninguno de los anuncios de los que hizo Zapatero el martes –la ampliación del tope salarial para los embargables y el techo de gasto para las autono mías–, precisan demasiado tiempo de tramitación si hay voluntad de sacarlos adelante. Y no sólo por eso. La economía manda. Vaya si manda.
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