Afganistán
La huida de Afganistán
No hay nada mejor para escenificar una derrota que una buena ceremonia como la celebrada ayer en la capital de la provincia afgana de Bamiyán para transferir la seguridad a las autoridades. Eso de autoridades es un eufemismo, porque ni la tienen ni se les reconoce. El país está inmerso en una guerra civil, aunque preferimos hablar de ataques terroristas de los talibanes que son los malos, muy malos, de la película que hemos organizado las democracias y cuyo final me produce tristeza. Es otra retirada, como la que protagonizaron en su día los soviéticos, aunque la edulcoramos con la propaganda al uso. La OTAN se irá por la puerta de servicio y Obama podría ser propuesto para un segundo premio Nobel de la Paz. No hay nada como hacer el ridículo. Lo sucedido en Afganistán se repite ahora con la bufonada de Libia donde apoyamos a unos rebeldes que son más que sospechosos. Su espíritu democrático es equiparable a mis conocimientos sobre física nuclear. Vivimos tiempos de guerras tan propagandísticas como chapuceras.
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