Murcia
Asombro por Pedro Alberto Cruz
Siguiendo la trayectoria de determinadas «personas físicas», de esas que parecen pulular erráticas y pierden sus nalgas al olor de la rica miel, de esas que son tan abundantes que semejan «piojos en costura» cuando se juntan, se puede comprobar hasta dónde da de sí la naturaleza humana, hasta dónde se puede descender sin que nadie empuje, y hasta dónde se puede llegar una vez quitada la máscara del rostro. Y lo más reflexivo (no se olvide que yo procuro irreflexionar) de todo esto es que son capaces de utilizar descalificaciones que, si «releyeran» su pasado, se vuelven en contra de ellos.
Ejemplos tengo y sin pedir nada los vendo (aunque de momento no voy a poner los nombres completos); ejemplos que podrían llenar folios y folios, en una sucesión que llegaría a la galaxia más lejana; ejemplos que hablan de retorcimientos hasta el límite de la sinrazón de la razón que, según dicen, es lo que distingue al hombre de la bestia.
Ejemplos que regalo en un acto, no sé si de generosidad pero sí de desprendimiento.
Verbigracia, A. exhibe como seña de identidad un discurso coherente, mantenido durante mucho tiempo, y obvia la tremenda incoherencia, demostrada también durante mucho tiempo, de haber vivido de lo que ataca: D. se jacta de utilizar información de primera mano para justificar sus calumnias, olvidando que toda su vida ha sido una falsa y que se ha nutrido de la mentira; G. se sube al carro de las descalificaciones más burdas y oculta los halagos y el servilismo pretérito hacia el descalificado; M. pone el grito en el cielo y lo ataca todo, mientras busca, después de haber vivido como un canónigo y sin cotizar, que lo mantengamos los que hemos pagado…
Y a este espectáculo esquizofrénico asisto con asombro, asombro que deviene no del hecho sino del número creciente de gilipuertas, que se tragan esos vómitos y los regurgitan para ofrecerlos a otros como nuevo maná.
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