Europa

Estrasburgo

«La música me traduce la vida me hace mirar con más ternura y eso me ayuda»

Mientras me reconcilio en mi lectura dominical con Albert Camus, «no es difícil tener éxito sino merecerlo», suena el teléfono de casa. Se trata de mi buen amigo Carlos Gómez Arruche, el arevalense que supo bordar con humildad, en la bocamanga del alma, las estrellas de teniente general. Me habla de una paisana «sagaz, culta, exquisita en las formas y profunda en los contenidos…»

«La música me traduce la vida me hace mirar con más ternura y eso me ayuda»
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Habida cuenta de que mi paisano abulense no pega puntada sin hilo, accedo a un almuerzo prometedor. No resisto a la tentación de entrar en internet para adelantarme en el conocimiento de los rasgos físicos de mi «cita a ciegas» periodística: larga melena rubia, facciones prometedoramente angulosas, manos distinguidas y «una triste expresión que no es tristeza»… Advierto que los ojos de esta abulense no son una broma… Y si el frío capitalino parece insinuarse en cada amago de sonrisa de los transeúntes, la cálida mirada de esta abulense demuestra, amable y plácidamente, su capacidad de cambiar el trazado de las fronteras. De su belleza ni les hablo. Compruebe el lector por sí mismo en las fotografías de ésta mujer que bien podría estar bajo la advocación de la Virgen de Sonsoles… Sin embargo, lo verdaderamente relevante está en escucharla. Rápidamente compruebo que su concepción de la vida va más allá de las apariencias: estoicismo, nobleza, tesón y una extraña capacidad para disfrutar de los pequeños placeres. Culta e inquieta, de inteligencia más que amplia, la Vázquez Shelly recuerda orgullosa sus orígenes de forma constante:
«Mi relación con Ávila es permanente aunque me fui a los pocos meses de edad. Pero, como mis padres eran profesores, disponían de dos meses de vacaciones y siempre los pasamos allí, junto al resto de la familia. No es posible concebir mi vida sin Ávila...»

¿Tus hijos?
También para ellos es una referencia. Con los años, y sabedora de mi bagaje, estoy disfrutando mucho más de la ciudad, conociendo otras perspectivas que, en fin, se me habían pasado por alto cuando era joven.

¿Firme y decidida resolución ante la vida…?
Por supuesto, como Santa Teresa. Este verano, camino de Estrasburgo, pasé por Innsbruck y recalé en una pequeña iglesia. Allí fotografié una talla de la Santa. Era una mujer ejemplarmente valiente y emprendedora...

¿Ser mujer al sur de Europa es buen negocio?
No sé si tanto… Lo cierto es que no me preocupa mucho la condición en lo profesional.

¿Te favoreció?
Es posible, aunque reconozco que algunas veces ha jugado en contra. A las mujeres se nos pueden atribuir ciertas virtudes que tienen que ver con la sensibilidad, la empatía o la facilidad para la comunicación, pero los éxitos que haya podido cosechar van mucho más allá de mi condición femenina. He estudiado la carrera en otro idioma con gran esfuerzo y voluntad, he trabajado muchos años, muchas horas... Las mujeres no solemos representar una amenaza, como soléis ser vosotros.

¡Vaya…! ¿Y cómo sois vosotras?
Más comprensivas, tenemos más cintura...

¿Se nace comunicador?
Sin duda, aunque hay técnicas para mejorar esa condición. La comunicación es una cualidad que no sólo se expresa con la palabra, tiene mucho de gestual.

¿Aburre eso de pasarse el día de aquí para allá, hablando con unos y otros, sin parar…?
Aunque soy de las que creen en lo que hacen, debo reconocerte que era algo que me cansaba un poco cuando estaba en el mundo de la publicidad. Se hacía más difícil. Ahora es un placer, porque trato con personas muy diferentes…

¿Qué tal con los poderosos?
Poseen una enorme sensibilidad hacia la cultura. He encontrado a personas que, teniendo unas responsabilidades altísimas, mantienen intacta su profunda sensibilidad.

¿Si te pido dos palabras sobre Elena Salgado…?
Entra sin duda en esa categoría de la que te hablaba. Es una persona muy aficionada a la ópera y a la música. Asiste con frecuencia al Teatro Real.

Alberto Ruiz Gallardón...
Un verdadero melómano. Muy culto y muy amable. Le aprecio mucho…

¿Víctor Ullate…?
Entrañable, tanto como artista, como persona.

Plácido Domingo…
El mejor cantante de la historia. He tenido la inmensa suerte de conocerlo y beber de sus infinitas aportaciones vitales. Su humildad le permite ser un coloso en el escenario.

Nuestra paisana: Sonsoles Espinosa…
He coincidido con ella en el Teatro Real en varias ocasiones y me pareció una mujer muy elegante y discreta. En el coro no quería ningún tipo de distinción. Iba a todos los ensayos como una más.

¿Y si te pregunto por Daniel Barenboim?
Una persona mediática. Aparte de ser un fabuloso director de orquesta, tiene ese importante valor de ser factor conciliador entre Israel y Palestina.

¿Sabes que me recuerdas a Inma Shara?
No eres el primero que me lo dice. En realidad, no nos parecemos tanto, sin embargo, en el Teatro Real, nos han confundido más de una vez. No obstante, más allá de lo anecdótico, es una mujer de gran distinción.
Vinculada al mundo de la comunicación desde sus albores profesionales, ha trabajado con eficacia para el Museo Thyssen-Bornemisza y otras instituciones culturales como el Guggenheim… Es madre de dos niños, amante de la naturaleza y sabedora de que la cultura es dama de gustos caros. Advierto que no gusta del aliño indumentario, como corresponde a quien sabe que la sencillez es virtud casi inalcanzable. Eso sí, adicta a la ópera, claro:
«La música me traduce la vida, me hace mirar con más ternura y eso me ayuda».

Has sufrido...
Tuve una infancia muy feliz. Como todos, he tenido momentos muy difíciles, he sufrido y he llorado, sí… Pero gracias a ello soy mejor persona.

¿En la memoria y el corazón?
Siempre Juby Bustamante. Trabajé con ella durante diez años cuando estuvo al frente de la dirección de comunicación de la Fundación Thyssen-Bornemizsa. De Juby aprendí no solo de pintura y de comunicación, me enseñó los valores más importantes de la vida.

¿Metódica?
Planifico hasta cierto punto, pero luego, cuando llegan los imponderables, por alguna extraña razón, sé lo que tengo que hacer. No sé qué extraña fuerza es la que te marca por dónde has de ir.

¿Marchaste muy joven a Inglaterra?
Con dieciocho años, nada más terminar el COU. Fui muy feliz en Londres. Se trata de una época de mi vida importantísima, y debo decir que mis padres me facilitaron todo.

¿Sentiste nostalgia?
Nunca. Cuando regresaba por Navidad era maravilloso el reencuentro familiar, pero la vida en Londres era tan intensa…. Conocí a muchas gentes en el Westminster College, estudiantes procedentes de todo el mundo.

Aquello ampliaría tu mirada.
De hecho, conservo a todos los amigos de entonces. Además, el inglés es mi lengua favorita. Me parece un idioma tan completo, tan bello y tan preciso…

También hablas italiano y francés…
El francés, por poético, es perfecto para seducir, aunque esto pueda sonar a cliché. El italiano es un idioma menos serio y más alegre, pero es la lengua del arte, de la ópera…

¿Chica rebelde?
Lo he sido… Mi hermana, sin embargo, es todo lo contrario a mí. Ella ha sido muy importante. Es «the voice of wisdom». El que yo viviese siempre fuera, primero en Inglaterra y después en Estados Unidos o Italia, no fue un problema, gracias, entre otras cosas, a su comprensión.

¿Y tus padres?
También lo comprendieron. En mi familia nos queremos mucho. A pesar de que mis padres son muy tradicionales y profundamente religiosos, siempre antepusieron el cariño, que es la mejor vía para comprender. Jamás dudaron a la hora de dejarme libre.

¿La principal herencia?
Sin duda el estoicismo, tanto por parte de mi padre como de mi madre. Ambos son fantásticos. Y no hay que olvidar a mis dos tías solteras, que siempre supieron acogerme como a una hija… Ahora bien, mi parecido es con mi padre, y no sólo en el aspecto físico. De él recibí el optimismo, la vitalidad, la capacidad de esfuerzo y el sentido de la responsabilidad.

¿Tu paso por la publicidad y el marketing?
Supuso una grandísima escuela para todo lo que vino después en mi vida. Tuve la suerte de que mi experiencia se movió siempre entre las empresas relacionadas con la cultura…

¿Son compatibles la cultura y el marketing?
Está claro que sí, y cada vez más. Es muy importante la coordinación entre los distintos lenguajes, desde el de los creativos hasta el de los responsables de contacto o de planificación…

¿Soportaste la presión?
Podría decir que sí, aunque reconozco que son trabajos muy duros, de jet lag permanente… Aprendí a moverme con distintos registros y a desarrollar una gran capacidad de trabajo, a aguantar con serenidad tanta presión.

¿Fue posible conciliarlo con tu condición de madre?
Hay dos momentos en mi vida que debo reconocer que no los disfruté como debía. Fueron mis embarazos. Por entonces, en la publicidad de las agencias estaba mal visto que te fueras a casa por un dolor lumbar.

Resististe hasta el último día…
Di a luz un lunes y trabajé hasta el viernes anterior. Eso es algo que ahora recuerdo con mucha angustia… Me pesa el no haberlo sabido disfrutar.

¿Sentiste la soledad?
Es consustancial e inevitable con el puesto que tengo. Los amigos con que quiero estar no los encuentro en mi trabajo. No obstante, la música y la lectura me acompañan permanentemente. Definitivamente, me gusta estar sola.

¿Soledad buscada…?
Es bueno sentirte solo de vez en cuando. Es algo que te ayuda a valorar más el cariño de aquella gente que te quiere y a la que no dedicas el tiempo suficiente. Ahora pienso muchas veces en mis tías… Son tan importantes para mí… Fundamentales... Pero las personas que, como yo, salimos de casa muy jóvenes, tuvimos que hacernos autosuficientes.

El ser humano jamás es autosuficiente...
Hay momentos en que reconozco esa soledad y pienso: «Ahora me gustaría recibir una llamada…»

¿En qué crees?
Me conmueve la naturaleza. Saca mi instinto más espiritual… El contacto con la naturaleza es lo que más me acerca a una idea de… ¿Dios…? Por eso los deportes que practico tienen que ver con la naturaleza.

¿Qué sientes cuando buceas?
Es lo más parecido a estar en el útero materno, flotando en líquido amniótico... Esa sensación de que no es tu medio, de que eres sólo una invitada... Tiene también mucho que ver con el riesgo que corres…

También montas a caballo.
La relación que tengo con mi caballo es muy especial, me siento poderosa encima de él... No me da miedo nada. Se llama «Aceituno» y lo tengo en un picadero de Las Navas del Marqués. Es un animal fuerte y noble…

¿Por qué lloras?
Por muchas cosas, soy hipersensible. Los poros de mi piel registran cualquier emoción. Cuando veo una película, una persona que sufre, a mis hijos…

¿Son lo más importante?
Me dan todo y no me quitan nada. Toda mi energía viene de ellos. Me animan, me alegran, me desesperan… Son la vida. Es una suerte poder tenerlos tan cerca de mí, algo por lo que dar gracias cada mañana.

¿Y el amor…?
Algo indispensable que también ellos me saben dar. Sin amor no hay vida. El máximo de la felicidad es ser capaz de amar y el más perfecto símbolo del amor es la sangre.
Ahora ya entran en la adolescencia…
Educarlos ha sido hasta hoy relativamente fácil, pues son muy cariñosos… Lo hago lo mejor que puedo y con lo mejor que hay en mí. Aunque su padre y yo ya no estemos juntos, los educamos a partes iguales, pues vivimos cerca el uno del otro.

¿Madre coraje?
Como casi todas las madres. Desde el momento en que me quedé embarazada supe que era lo más importante que tenía en mi vida. La responsabilidad de tenerles en mis brazos es grande… Lo más difícil va a ser dejarles volar, como hicieron mis padres conmigo…

¿Ya sabes lo que serás de mayor?
Quiero ser una abuelita a la que sus hijos deseen ir a visitar para pasar un rato feliz. No me gustaría dar problemas. Quisiera tener la paz interior y sentir que he dado lo mejor de mí…

¿Y la vieja dama…?
Querría vivir sin miedo a ella. Aceptar cada momento de la vida, aunque me imagino que la vejez debe ser muy dura. Hay que estar preparado para ella…
Auden escribió: «Ningún argumento de ópera puede ser sensato, porque la gente no canta cuando se siente sensata...» ¡Bendita locura!, pienso yo, la extraordinaria locura que, gracias a Marisa Vázquez Shelly, llega cada vez a más gente… Mientras mi paisana se aleja por la calle, sumergiéndose en el gris y gallardoniano enero de la Villa y Corte, se me viene al recuerdo Confucio: «Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla».


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