Aeronáutica
«Los pilotos de F-18 no somos superhombres»
A 1.000 kilómetros por hora, persiguiendo a un enemigo, con cuatro pantallas transmitiendo datos a la vez, soportando ocho veces el peso de tu propio cuerpo, el peso de tu cabeza sobre tu cuello, perdiendo la visión progresivamente en un efecto túnel que puede llevar al desmayo, un piloto de F-18 es capaz de reaccionar en un instante y hacerlo bien.
«No somos superhombres», asegura uno de ellos a LA RAZÓN. «Tenemos nuestra familia, vamos a la compra, llevamos a los niños al colegio, hacemos lo que hace todo el mundo». Pero en el aire, su cuerpo es llevado al límite y su cerebro es una máquina casi perfecta y automática («acaba siendo como montar en bici, aunque a mil por hora»).
Cuatro de ellos vuelan estos días una y otra vez por el espacio aéreo libio. Han sido enviados a una guerra y su misión es vigilar que nadie viole la zona de exclusión aérea marcada por la ONU. Pero hasta llegar a patrullar sobre Libia, han culminado una de las formaciones más exigentes que se le puede pedir a un militar. Pero, ¿cómo son esos pilotos? «Lo esencial es que sea equilibrado, tranquilo, consciente y responsable de lo que tiene entre manos y del riesgo que conlleva», asegura. Y lo segundo, una forma física envidiable. «En una batalla en igualdad de condiciones, ganará siempre el piloto que en mejor forma esté», afirma. Aparte del ejercicio básico, «hay que hacer mucho de cuello, porque en los giros te haces polvo; a la larga, todos los pilotos acaban con las vértebras machacadas». En circunstancias como las de Libia, si la misión se alarga hasta que haga más calor, los pilotos sufrirán una notable deshidratación. En esas misiones a altas temperaturas, se equipan con botellas de agua. Las patrullas sobre Libia son de dos tipos: orbitan en parejas sobre una zona determinada o establecen un recorrido por la zona de exclusión aérea, con el armamento preparado y sin dar mucha opción a quien la viole.
Las limitaciones para volar de los pilotos son, cuando menos, llamativas. «Con una muela picada lo pasas mal y las consecuencias pueden ser fatales. Supone que tienes espacio en el interior de la muela y a medida que asciendes, el aire que hay en ella se expande y puede estallarte y desmayarte... y no es el mismo desmayo que el provocado por las G's de presión, que en cuanto bajan recuperas el conocimiento». Tampoco es recomendable volar constipado. «La presión sobre los oídos es bestial», teniendo en cuenta además que en esos vuelos, hasta los 8.000 pies, el avión no empieza a presurizar.
La tercera virtud de un piloto es su formación. Cuando termina en la Academia General, la calificación le marca el destino: la máxima para los pilotos de combate, después los de transporte y al final los de helicópteros. Una vez en el destino, «te pasas la vida estudiando, matemáticas, electrónica, física nuclear, motores...». Cada dos años, además, renuevan el software del avión, con lo que la formación es continua, incluido el inglés, que tiene que ser casi perfecto. Una vez al mes tienen que examinarse durante toda su vida como pilotos. Un examen de vuelo muy enfocado a las medidas a tomar en caso de una emergencia en cabina. «A esa velocidad, como te pares a pensar qué tengo que hacer estás muerto. Llevamos un cuaderno de procedimientos, pero en la mayoría de las emergencias no te puedes poner a consultarlo». Eso sí, cuando se bajen del avión, cuando vuelvan de Libia, seguirán siendo «personas normales».
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