Ciencias humanas
Locura
Consideren conmigo y echen una cuenta por alto de lo que es la mayor parte de nuestras vidas: se dedican unos a convencer a otros de que necesitan los productos que van saliendo…Imaginen que un asno cimarrón y algo filósofo se pone desde un risco a contemplarnos: ¿qué pensarán? Pues algo como «Ese enjambre de bichos se ha vuelto locos».
Y tendrían razón. Como otros hacen nidos con pajas, nosotros, con un tinglado de mentiras, fantasías y alucinaciones de futuros, nos hemos hecho una casa bastante confortable o una bolsa fetal para guardarnos de las amenazas de lo de fuera. Tal vez a percibirla nos ayude la locura de los locos declarados dentro de la grey: en vez de librarnos de ellos con ideítas de química cerebral o de travesuras de los genes, parémonos un rato ante uno de ellos: lo vemos cómo manotea, se trafusca farfullando o suelta disparates en ristra, como que chapotea en un charco que se le hunde, con ojos de que se le abre un abismo helado…Lo que le pasa es que, por cualquier tropiezo, se le ha roto la red, se le han ido algunas mallas de esa casa o bolsa acogedora en que los normales nos cobijamos, y, lo más conmovedor, que todavía, con los restos que le quedan del envoltorio de mentiras, trata de rehacerse, aunque malcosida y deforme, una bolsa propia para seguir en su locura subsistiendo. ¡Ah, si al menos valieran los tormentos de los locos para hacernos sentir de veras la demencia del imperio que nos domina, la locura de la normalidad!
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