El Cairo
Sobre el volcán árabe
Obama desea que su país adquiera relevancia en el incierto camino que ha iniciado parte de la ciudadanía árabe y en el que, hasta ayer, Estados Unidos había quedado descolgado. Por eso, dos años después de su discurso en El Cairo, en el que destacó la capacidad de los jóvenes para rehacer el mundo, ha querido volver a dirigirse a ellos para recuperar la presencia americana. Y es ahora cuando puede hacerlo, con el conflicto de Irak casi finiquitado y con Ben Laden muerto.
Sin embargo, no lo tiene fácil, pues lo que surgió como una vía hacia la democratización de esa región, puede degenerar en un conflicto. El deterioro económico de Egipto es capaz de destruir los cimientos implantados en la Plaza de la Llibertad y, de hecho, han resurgido los choques religiosos.
Tampoco hay que desdeñar el abrazo entre Al Fatah y Hamas en Palestina; o el agravamiento de la represión en Siria. Obama repartirá dinero al que se porte bien (Jordania, Túnez y Egipto), para ayudarles en sus reformas democráticas; y castigará al malo (Al Asad en Siria) por la violación de los derechos humanos y porque lo considera prescindible. Una decisión grave si se tiene en cuenta la influencia de Siria en Líbano y los territorios palestinos.
¿Y las medidas políticas? Por ahora, ninguna. Quizás en septiembre, la Asamblea de la ONU reconozca el Estado palestino. Pero, de momento, Obama se reunirá hoy con Netanyahu y mañana con el «lobby» judío.
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