Estreno
Bucaneros a la deriva
El capitán Bocanegra no sabe que rumbo poner a su nave. Y la culpa no la tiene Pilar Rubio, ni los responsables de la serie que pensaron que el humor y la ironía iban a funcionar tan bien como en los distintos «Piratas del Caribe» cinematográficos.
La tripulación de este barco se rebela porque la hora de emisión de los siete capítulos de la serie ha estado a merced del viento y de las olas de otros bucaneros, los de «Supervivientes», que han arañado lunes a lunes minutos a la serie (hasta 45 en una ocasión), ante la desesperación de unos espectadores que aún querían darle una nueva oportunidad a las gracietas de Mondego. Una ficción que se suponía de aventuras pecaba de lenta y sus batallas funcionaban igual de regular que los efectos especiales sobre los que se construían. Eran mucho más creíbles las intrigas palaciegas que las corsarias, en parte gracias a las interpretaciones de Silvia Abascal y Xenia Tostado. Pero «Piratas» no ha funcionado y así lo justificó Paolo Vasile: «Es una serie experimental». Un experimento que a priori no parece que haya sido muy rentable. En el capítulo del desenlace, el capitán pirata liderará la expedición hacia una ermita en la que podrá descubrir el punto exacto en el que el viejo Yáñez ocultó el tesoro. Mientas, en la Fortaleza, Victoria, presa de los celos tras presenciar como el capitán Malvar se ha declarado a Doña Blanca, pone en marcha un peculiar plan de venganza de impredecibles consecuencias.
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