Zaragoza

Cuadri dispuso pero quién descompuso

Octava de la Feria del Pilar. Se lidiaron toros de Celestino Cuadri, buenos 1º y 3º. 6º, con peligro. Muy difícil, 5º. Soso el 2º. De media arrancada el 4º. Menos de media entrada.- Rafaelillo, de morado y oro, estocada que hace guardia, aviso, tres descabellos (silencio); estocada, dos descabellos (silencio).- López Chaves, de frambuesa y oro, pinchazo, estocada baja (silencio); nueve pinchazos, seis descabellos, aviso (pitos).- Javier Castaño, de blanco y oro, pinchazo, estocada, descabello (saludos); estocada que hace guardia,cinco descabellos (silencio).

Javier Castaño templa al natural ante uno de sus «Cuadri»
Javier Castaño templa al natural ante uno de sus «Cuadri»larazon

Cuadri dispuso pronto. Tan pronto que recién llegábamos al tendido. Despoblado tendido. Primero de la tarde. Tuvo el toro nobleza, sí, poca historia en el caballo, y mucha profundidad en el viaje. Como hace lo de Cuadri cuando se emplea. Rafaelillo lo había recibido con una larga en el tercio para romper el hielo y sorprendió en el prólogo de faena. ¿Habría faena? El toro comenzó a desplazarse, a cantar el viaje, Rafael anduvo cortés y valiente pero no rotundo.

Y ante esa falta de brillantez se apagó la labor, y se encendió más la calidad del toro. Que la tuvo toda. Nobleza, fondo y recorrido. La historia era para brindar juntos el triunfo o salir mal parado. La cosa no salió bien. Larga, opaca y tristona le quedó la labor ante el cuarto. Todo lo hizo por el zurdo en busca de esa media arrancada.

El otro Cuadri llegó en tercer lugar. No habíamos pasado todavía el ecuador. Se partió la punta del pitón derecho, el «veneno» que dicen, se desmonteró Adalid y resurgió Castaño con un toreo depurado, solvente, a favor del toro. Distancia, toreo ligado, relajado y entonado. Toreó despacio y en el intento de llevar al toro empapado en el engaño. Era bueno el Cuadri, le dejaba hacer, y noble. Y en ese dejarle hacer, Castaño dio el paso adelante, y se aproximó más y más hasta pegarse un arrimón en un alarde de oficio y seguridad. La espada no tuvo tantos aciertos.

En la otra cara de la moneda le esperaba un sexto para santiguarse repetidas veces antes de mirarle de frente. Menuda pieza. Hizo pasar un calvario a los banderilleros y llegó hecho un «prenda» a la muleta. No pasaba, ni por un pitón ni por otro. Cerraba el sexto una seria corrida de Cuadri, pasada de edad. Todos cinqueños y tres a punto de cumplir los seis años. Es decir, con las ideas reposadas. El sexto con la carrera aprendida. Y el quinto en camino de ello. Pesaba mucho el toro. No de kilos sino de comportamiento. Se metía por dentro, aunque eso no se notara tantos en los tendidos (aplaudieron el toro después). Era difícil estar delante.

Y le tocó a López Chaves. Tenía el animal rapidez en los movimientos y la sensación de que no pisaba en falso. Había un pulso en el ruedo. Ojo el valiente que lo echara. No volvió la cara el salmantino, aunque otra cosa fue la suerte final. Para empezar echó para adelante con el sosote del encierro, y así ni frío ni calor.

Por cierto, el corazón helado se le queda a uno escuchando a la ministra de Cultura. Eso sí que tiene poco Arte.