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La democracia estética

La Razón
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A día de hoy, hay una conclusión que se perfila con contundencia: 15–M es un movimiento fundamentalmente estético, en el que el componente visual y expresivo pesa mucho más que cualquier ideario que asentara su posición y pervivencia social. ¿Cuáles son los argumentos que permiten defender tal hipótesis? En primer lugar, la raíz mediática de la indignación. Igual que es posible hablar de un terrorismo o de una solidaridad para los medios, también lo es referirse a los acontecimientos de los últimos días como un caso paradigmático de «revolución para los medios». Durante una semana, las acampadas han llamado la atención de los medios de todo el mundo, debido, sobre todo, al morbo suscitado por la celebración inminente de unas elecciones. Los «indignados» han actuado de cara a los medios, sin preocuparse de aspectos más esenciales para el éxito del movimiento como, por ejemplo, definir un discurso sólido que garantizara su pervivencia en el tiempo. El gesto ha primado sobre las ideas; la performance sobre la precisión de estructuras críticas. A estas alturas, se puede afirmar que no hay «indignación» fuera de los medios: la ética se ha aplanado en una dimensión estética que ha terminado por sacralizar la belleza formal de la multitud. Pero es que, además, sucede que, en todas estas concentraciones, el número de curiosos, multiplica al de actores. En realidad, los «indignados» se han convertido en un objeto exótico para ciudadanos acomodados que han visto en ellos una manera de proyectar un sustrato revolucionario reprimido por las exigencias de la vida productiva. Los clásicos (Kant, Burke) etiquetaron esta experiencia como «lo sublime» –esto es: experimentar el placer de lo terrorífico, mediante una «participación a distancia» que los mantenía siempre a salvo. La indignación antisistema no deja de ser un proceso de sublimación del sistema. Se trata de ese rito dionisiaco, carnavalesco, que muchos se placen en contemplar desde el perímetro, donde nada se arriesga y donde no existe margen alguno para la pérdida. O de los hits del momento: «Todos somos Lorca».