Guardia Civil
La señora tenía razón
Verídico. La señora tiene nombre y apellidos y ha podido abrir una vía, como decían los clásicos, de consecuencias imprevisibles. A lo que iba. La dama en cuestión conducía su automóvil sin haberse colocado el cinturón de seguridad. Podía no haber sucedido nada, como en otros muchos casos. No fue así. Le paró un agente de la Guardia Civil. «Señora, debe ponerse el cinturón de seguridad», le dijo con educado tono y después de haberse presentado con el saludo reglamentario. Ante la sorpresa inaudita del guardia, la fémina le contestó: «No me da la gana». El asombro podía cortarse con tenedor y cuchillo. «Está usted obligada por su propia seguridad». «Por eso, el cuerpo es mío y hago con él lo que quiero. Dispongo de él según mi voluntad». La señora estaba ya acelerada. «¿O es que la libertad para disponer de mi cuerpo a mi albedrío sólo me vale para abortar y no para ir sólo conduciendo sin cinturón, cuando no estoy poniendo en riesgo la vida de otros?». No sé cómo hubiera reaccionado el director general de Tráfico o el mismísimo ministro del Interior, pero el guardia civil se creía superado. En el fondo de sí mismo, pensaba que la mujer podía tener razón. Mi amigo Rogelio, al narrarle el suceso, iba más allá. «Con el aborto se causa daño, el peor, a un tercero, al «nasciturus», mientras que en el caso de la conductora no transciende a sí misma». Reflexión y dudas por parte del miembro de la Benemérita: «¿Pido ayuda? ¿Le inutilizo el coche? ¿Le pongo una multa y la dejo ir?». Demasiado dilema para acertar. Finalmente, optó por lo que le pareció más sensato. El asunto se queda aquí, entre ella y yo. Y que sea lo que Dios quiera. «En fin, señora, discrepo de su actuación, pero circule, por favor». Así es la vida.
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