Murcia
Otro otoño en la ciudad
El otoño en la ciudad de Murcia –o más bien el final del verano- comienza con la feria, que de nuevo se celebra estos días. Decía el gran González Barnés, al que Dios guarde muchos años, que Murcia era el único lugar en el que se esperaba a sus vecinos, a la vuelta del veraneo, con una fiesta. Lo decía como si fuese un regalo especial casi inventado por él como concejal de Festejos que era, y no una antigua feria anterior a él, a l os actuales partidos políticos e incluso al concepto mismo de veraneo y de playa para todos. Pero a Barnés, magnífico, exuberante y desmedido como es, se lo perdonamos todo, porque es nuestro Barnés y lo queremos.
Hay un Otoño en la ciudad en forma de relato de Don José Ballester que es una de esas joyitas que a veces da la literatura local, ciertos autores locales que, apegados al terruño, sin aparentar un enfoque universal a sus escritos, acaban transmitiendo unas emociones válidas para cualquier ser humano, de cualquier cultura.
Todavía la ciudad es hoy ese bodegón frutal que describía Ballester en su relato y que vio tan bien el maestro Baquero Goyanes al comentar la novela del escritor murciano, poniéndola, por ese aroma frutal de sus páginas, en paralelo al mismísimo Gabriel Miró de El obispo leproso.
Los membrillos, las panochas asadas, las humildes habas en cuyo cultivo veía Ballester un gesto lleno de sensualidad, pese a la aparente tosquedad del fruto. De nuevo la ciudad se viste y pinta de olores y colores más allá de tópicos y de malentendidos. Y Soren Peñalver, con la concejala Fátima Barnuevo, pone puntualmente esa guinda frutal que es la poesía con sus trasnoches en el jardín árabe del Museo de la Ciudad. El caquis es el fruto más logrado de esta época.
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