Afganistán

«Ambiguación» de las palabras

La Razón
La RazónLa Razón

Esta semana nos han explicado la polisemia de la palabra «guerra» en ingles, y al margen de la cuestión política, en la que no debo ni quiero entrar, me ha recordado un fenómeno lingüístico muy de actualidad, tal cual es el abuso de la semántica lingüística de determinadas palabras, por la fuerza que llevan ínsitas, desvirtuando su semántica lógica, esto es, la relación del significado con la realidad. Los diferentes significados que tiene la palabra War, son similares a los que tiene «guerra» en español, esto es conflicto armado. Insisto, en que el objetivo de mis palabras no es entrar en la polémica existente en la denominación de lo que está ocurriendo en Afganistán, porque diga lo que se diga, es lo que es. Lo que ocurre, es que cada vez más, la fuerza de algunas palabras, se vuelve contra sí mismas, y, o bien no se utilizan por su concisión, o bien se las utiliza en compañía de otras, para extender su significado original a otras situaciones. La palabra guerra, es una de ellas, su definición original, conflicto armado, se traslada a otros conflictos de diferente naturaleza, para así dotarles de mayor intensidad significativa. Se habla de guerra comercial, guerra de precios, guerra del petróleo, guerra fría, etc. Algo similar, ocurre con la palabra terrorismo, cuyo significado es perfectamente conocido y definido, pero en la actualidad cuando se pretende reforzar la gravedad de una determinada delincuencia o fenómeno, se le denomina terrorismo, así se habla de terrorismo de género, terrorismo medioambiental, terrorismo deportivo, etc. Con este proceso, se están produciendo a mi juicio, dos consecuencias negativas, por ejemplo, se le resta gravedad al fenómeno que se denomina terrorismo, puesto que pasa a ser un calificativo sin más, y por otro, se adultera el verdadero significado del primero de los vocablos, esto es se produce un extensión de su significado, no una polisemia, determinando lo que denomino un proceso de «ambiguación», en contrapartida a la conocida desambiguación. Palabras como guerra o terrorismo, cuando extienden su significado a tantas realidades, al final lo acaban perdiendo, y todo puede ser una guerra o todo puede acabar siendo terrorismo, de tal modo que devaluado tanto su espíritu original, al final nos da miedo utilizarla de nuevo en solitario, porque así, puede recuperar de nuevo su verdadero significado y asusta. Por ello huyendo de su significado original se buscan otras expresiones con cierta carga eufemística como para la guerra la de escenario bélico. Ahora bien, no ocurre nada cuando esto no es más que un empobrecimiento del lenguaje, y sobre todo de quienes de su uso, hacen su profesión, reduciendo cada vez más las palabras a usar, habida cuenta la proliferación de estos términos omnicomprensivos; el problema radica, cuando detrás de todo esto se esconde un uso espúreo del lenguaje con objetivos inconfesables o no confesados. Algunos parecen haber descubierto recientemente la «óntica» Heidegger, el cual concebía lo relativo al ente, en tanto que diferente de lo ontológico, esto es, referido al ser del ente y al ser en general, y así , lo óntico, se refiere al ente en sí mismo, y lo ontológico a lo que hace que un ente sea lo que es. Parece que hay palabras que además de encerrar un significado se convierten en entes en sí mismas y cobran vida propia, de tal suerte que lo que significan ya no es lo importante. Es lógico que el ser humano rehúya de la palabra muerte, pero siempre le perseguirá, por más que al enmascaremos y eludamos. Hay conceptos que encierran un significado ineludible, por más que intentemos dulcificarlo con giros y expresiones alambicadas. La guerra es lo que es y así lo entiende todo el mundo, el terrorismo es lo que es, y la muerte es lo que es. Por ello conviene utilizarlos en su sede natural y no trasladar su significado a otros conceptos que por sí mismos ya tienen la suficiente fuerza como para representar la gravedad de algo. El término conflicto tiene la suficiente entidad como para ser predicado por cualquier actividad humana, comercial, jurídica , deportiva, sin necesidad de importar el término de guerra, tan unido a la muerte; la violencia de género, los incendios provocados, son actos delictivos tan graves que no necesitan de la ayuda del término terrorismo. El abuso de este recurso acaba «ambiguando», tanto a la palabra original, que al final ya no se la reconoce. Ojalá, palabras como guerra o terrorismo, dejaran de encontrar su acomodo semántico natural en lo que realmente definen, sencillamente porque la realidad que definen no se produce, pero mientras por desgracia, la realidad nos recuerde su cruel significado, conviene reservar su uso a lo que en verdad conceptúan. Conviene llamar a cada cosa por su nombre, y utilizar un nombre para cada cosa. El lenguaje puede llegar a ser la más dañina de las armas.