Nueva Zelanda

Mike Tindall el noble bruto

Mike Tindall, el noble bruto
Mike Tindall, el noble brutolarazon

Por narices; por María José Navarro
El rugby necesita Tindalls, feos y golfos, para evitar que se convierta en otro deporte de cejas depiladas y hombres anuncio.

Mike Tindall, capitán de la selección inglesa de rugby y marido de la nieta favorita de la reina de Inglaterra, se perdió el último partido de su equipo en el Mundial por una lesión que, qué cosas, coincidió con el escándalo de sus fotos con una rubia cariñosa y aparentemente casquivana durante el día libre del equipo. A Tindall le pusieron de vuelta y media por las fotos y además su mujer se plantó en Nueva Zelanda con, dicen las malas lenguas, un rodillo de amasar oculto en la maleta. Y es que Tindall, calvo, feo y con la nariz torcida, es un centro poco vistoso y algo tosco que basa su juego más en los colmillos de pitbull que en el contrapié elegante. No cuenta además con la buena prensa que en su momento tuvo otro centro, Will Carling, supuesto amante de Lady Di y capitán del equipo a pesar de compartir demarcación con el exquisito Jeremy Guscott, el Sidney Poitier de la rosa roja. Pero a Tindall (y a su nariz rota apuntando a Balmoral) le echó de menos el equipo contra la Francia de Morgan Parra «Parrita», delicado medio con nombre de recepcionista del Hostal Royal Manzanares y apellido de banderillero de Lucena. Francia, la pobre Francia del Mundial, la que ha cambiado el champán por un espumoso barato, se llevó por delante a Inglaterra sin que ningún centro de nariz rota y orejas de coliflor supiera parar la avalancha. El rugby necesita Tindalls, feos y golfos, para evitar que se convierta en otro deporte de cejas depiladas, hombres anuncio y Percys Montgomerys de esos que sólo gustan a distinguidas pecadoras con tipín de jovencita, ¿no?

El no capitán; porLucas Haurie
El brazalete de la selección inglesa requiere ejemplaridad porque, en el rugby, el capitán pide a los suyos esfuerzos cercanos a la inmolación.

Los capitanes de Francia e Inglaterra, Thierry Dusautoir y Mike Tindall, salieron golpeados de sus partidos contra Tonga y Escocia. Las dos grandes naciones del hemisferio norte se enfrentaron en un cuarto de final que más bien era una tabla de salvación. Los ingleses habían completado una mala primera fase; los franceses habían hecho el ridículo. El capitán, en rugby, es la encarnación de los valores del equipo. Dusautoir pidió a los médicos que le infiltrasen el hombro hasta donde el reglamento permitiese. Tindall no quiso que su tobillo pusiese en riesgo su vida de «royal» ni su contrato con Gloucester. Uno, en el césped, condujo a sus compañeros hasta las semifinales. El otro, desde la grada, vio a los suyos caer sin honor.
Antes de irse al Mundial, Tindall se había casado con Zara Phillips, la nieta de la reina Isabel. Después de su primer partido en Nueva Zelanda, una cámara de seguridad lo pescó en actitud cariñosa con una chica rubia a las puertas de una discoteca. Un deportista profesional es libre de hacer lo que quiera en sus ratos libres, incluso coronar a su señora, aunque ésta venga coronada de serie. Pero el brazalete de la selección inglesa requiere ejemplaridad porque el rugby es un deporte muy duro en el que el capitán, a lo largo de un partido, pide a su gente esfuerzos cercanos a la inmolación. Si Dusautoir, con su hombro en cabestrillo hasta la víspera del encuentro, te dice que mates un elefante a mordiscos, lo tienes que intentar. Tindall, que se apunta a todas las juergas pero se cae del cartel, no estaba en condiciones de exigir nada.