Barcelona
«Los taurinos catalanes también esperamos el indulto»
Es el día después al gran día. Al histórico. La tarde noche en la que Serafín Marín indultó al último toro de la temporada en la Monumental de Barcelona, el año en el que el Parlamento catalán decidió prohibir la Fiesta y quedaron los toreros proscritos. La afición, avergonzada, se echó a la calle y enardecida en el triunfo ocurrió lo que hacía décadas que no pasaba: cortaron las calles, la circulación, el tráfico y, escoltado por los Mossos, acompañaron al torero a hombros por las calles de Barcelona hasta dejarlo en la misma habitación de su hotel.
Una hora de procesión por las calles de la Ciudad Condal. Una hora de romería, de gritos de libertad. Cataluña el domingo pedía también el indulto entre el fervor, la emoción desbordada y una ilusión que nos sitúa en las antípodas del luto político. Ensalzaban al torero catalán por excelencia.
–¿Ha bajado ya de la nube?
–No, todavía no.
–¿Cómo es el día después de un triunfo así?
–Estás hasta mareado, porque intentas recordar las cosas bonitas... Pero me siento el hombre más feliz del mundo.
–¿Con quién ha comido hoy?
–Con Albert Rivera.
–Era la primera vez que el diputado de Ciutadans iba a los toros.
–Sí, somos amigos y hoy me ha confesado que hasta ahora no iba a los toros y que no sabía si le gustaban, pero que ha descubierto que sí, que ayer se emocionó mucho, que hay cosas que le impactan, pero que ha descubierto que existe respeto por el animal y que el mismo público lo exige.
–Hasta le sacaron a hombros.
–Me decía «¡Serafín, estáis locos, que yo hevenido a los toros y me acabáis sacando a hombros!».
–También brindó a Alicia Sánchez-Camacho.
–Era una deuda que tenía pendiente por todo lo que han hecho por la Fiesta en Cataluña. Cualquier aficionado lo hubiera hecho.
–¿Podría imaginar una tarde así?
–Ni soñarla. Cuando la cuadrilla me contaba lo del día anterior de Morante, me decían «mañana vas a ser tú». Y yo les decía que eso era imposible, porque Morante es el que mejor torea del mundo e igualar eso era imposible... Madre mía...
–Y salió ese pedazo toro.
–Desde que lo paré con el capote conecté con el público, eso creo, porque no me acuerdo de muchas cosas. No recuerdo lo estético, pero lo sentí todo. Al brindar a Albert la gente rompió con el «libertad, libertad» y ya fue todo emoción. Fue una faena muy importante porque transmitía mucho.
–Y la gente pedía el indulto.
–Y el presidente me decía que lo matara.
–Hasta que asomó el pañuelo naranja y la expresión de su cara lo decía todo.
–Era lo más bonito que me ha podido pasar en mi vida.
–Esos gritos de «libertad, libertad» siendo catalán se le clavarían en el alma.
–Tenía un nudo en el estómago y los pelos de punta... Si no lloré fue porque tenía un toro en el ruedo que me pedía el carné.
–Esa puerta grande... Y la locura colectiva.
–Era lo que te cuentan de los años 50, o de la época de Chamaco. Al salir, me llevaba un grupo en hombros y decían «vamos hacia la Gran Vía» y para allá fuimos. Cortamos la circulación, doscientas personas coreando «Cataluña taurina» y «torero, torero». No podía haber más emoción. Así durante más de una hora hasta que llegamos al hotel.
–¿Y qué pasó allí?
–Estaba lleno, lleno de gente, insólito. Me quité el corbatín y lo regalé, la camisa, las medias... Lo di todo, sólo me quedé con el vestido, con el oro. Hasta las dos orejas y el rabo que había llevado durante todo el recorrido lo entregué. Estaba en la misma habitación que Morante en la noche anterior, en la número 400. No lo olvidaré nunca.
–Estaría agotado...
–Lo que estaba era pletórico, pero con los hombros reventados, porque los tuve durante todo el camino levantados.
–Con las dos orejas, el rabo, la bandera catalana y la española.
–Sí, para que quede claro que se puede ser catalán, español y matador de toros.
–La afición también pedía el indulto.
–Eso es lo que esperamos los taurinos catalanes.
–Todo lo que ha ocurrido ha sido obra de la afición catalana.
–Y mira lo viva que está. Hay que seguir luchando por ellos.
–¿Cómo han sido estos meses?
–Muy duros. Sé lo que es que te insulten y te falten el respeto por dedicarte a esta profesión, pero me da igual.
–¿Le han llamado ya los compañeros para ir al Ministerio de Cultura?
–Nadie me ha llamado. Yo no soy figura. Qué le vamos a hacer. Pero hay Serafín Marín para rato.
–¿Cree que ha estado el mundo del toro a la altura?
–Se ha reaccionado tarde.
–Y el Gobierno deja estar a sus anchas la prohibición.
–Eso es lo peor. Y necesitamos un Presidente del Gobierno que se moje, pero éste no lo hace.
–Mientras, prohíben los toros y blinda los correbous.
–Está claro: interesan los votos, no los animales.
✕
Accede a tu cuenta para comentar