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La Razón
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AJoan Laporta le condenan los hechos. Cruzó la línea. Pensó que el Barça era su cortijo y la natural sucesión le ha dejado con el pompis a la intemperie. El menor de sus problemas es la denuncia de Bayram Tutumlu porque la credibilidad de este comisionista está en entredicho antes de conocerse. Los grandísimos éxitos deportivos del Barça que él presidió no pueden ocultar el desfase en las cuentas, ni los lujos extraoficiales, ni las cascadas de champán, ni las suites, ni el humo de los carísimos habanos que el club, el socio, no Laporta, abonó. Consiguió «Jan» que Guardiola le salvara momentáneamente del embargo, fruto de su casquivana gestión; pero las cuentas que le ha echado en cara «La Vanguardia», facilitadas por la actual junta, que se querella contra la anterior por el despilfarro, sólo tienen una lectura: es un escándalo. Rosell y sus directivos reclaman 47,6 millones de euros a sus predecesores y aportan documentación a priori irrefutable. Pep Guardiola, el mejor abogado defensor que Laporta pudo soñar, me temo que esta vez no encontrará argumentos para jugarse el bigote por el amigo. A no ser que ponga al barcelonismo, no sólo a Sandro Rosell, entre la espada y la pared y las consecuencias de esa flagrante división terminen por afectar al equipo. Así las cosas, pensar que el enemigo del Barça ya no es Mourinho o el Madrid ni el resto de sus adversarios futbolísticos no es descabellado. El «entorno», esta vez liderado por Laporta, envenena al mejor Barça de la historia. Podría no resistirlo.