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El selecto club de las lenguas viperinas por Lluís Fernández

La Razón
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Era propenso a la sobreactuación pública y la maledicencia. Tenía especial inquina a Truman Capote, viejos amigos enfrentados durante años, de quien dijo que «era similar a un ama de casa de Kansas, incluso en sus prejuicios». La respuesta no se hizo esperar. Vidal acusó de libelo a Capote por chismorrear que había sido expulsado de su puesto de asesor de Kennedy en la Casa Blanca. Y Capote, a regañadientes, tuvo que excusarse. Cuatro de los artistas más populares de la América de los años 50 y 60 eran gays y tenían una lengua de doble filo con la que podía envenenarse. Gore Vidal, Truman Capote, Andy Warhol y Tennessee Williams eran ingeniosos, mundanos y les encantaba salir en televisión y mostrarse tal como eran: afeminados, inteligentes y deslenguados.

«Nunca pierdo la oportunidad de practicar el sexo o aparecer en televisión», dijo Vidal, con un récord de conquistas legendario, pero lo hubieran firmado todos ellos. Para Vidal la tele era su medio natural, donde acrecentaba su fama y prestigio social con sus sonados escándalos.
Fue sonado el incidente televisivo entre Vidal y William F. Buckley, a quien llamó cripto-nazi, a propósito de la guerra de Vietnam. La respuesta de Buckley fue violentísima: «Ahora, escuche, maricón, deje de llamarme cripto-nazy o le arrearé un puñetazo en su jodida cara que lo dejaré temblando». Fue allá por 1968 y ambos anduvieron en pleitos durante años. De sus invectivas ni siquiera se libró su compañero de farras en Studio 54 Andy Warhol: «Es el único genio que conozco con un coeficiente intelectual de 60». Ni él mismo, pues a propósito de la envidia nacional escribió que «cada vez que triunfa un amigo, perezco un poco». Quizá hacía referencia a Norman Mailer, su otra némesis literaria, cuando dijo: «Algunos escritores se dan a la bebida, otros al público», aunque podía tratarse de Capote, con serios problemas con el alcohol, pues los últimos años de su vida padeció sequía literaria.

Pero con quien rivalizó en la televisión fue con Mailer, a quien comparó con Charles Manson. En el rifirrafe, Mailer le espetó: «¿Estás dispuesto a excusarte?». Contestación: «Me excusaría si hiriera tus sentimientos, lo haría». Y remató Mailer: «No, hieres mi sentimiento de polución intelectual». En el show de Dick Cavett, Mailer se removía en su asiento, aburrido, tras una enfrentamiento con Vidal por su crítica a «Prisionero del sexo». Cavett le espetó: «¿Quizá necesitarías dos sillas más para contener tu gigantesco intelecto?»

De sí mismo, Vidal escribió: «Debajo de mi frialdad exterior, cuando rompes el hielo, encuentras agua fría». Fue un aristócrata faltón, frío y sin pelos en la lengua. Celoso de una fama literaria de sus compañeros que él no disfrutó. Su mayor venganza ha sido sobrevivirles.