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Cerebros que guardan los secretos de la demencia

Las «lonchas» de tejido cerebral de individuos con alzhéimer y otras dolencias permiten ver cómo evolucionan las enfermedades del olvido y establecer una correlación entre las lesiones y los síntomas que presentaba el paciente

Cerebros que guardan los secretos de la demencia
Cerebros que guardan los secretos de la demencialarazon

La esperanza de poder prevenir las enfermedades que borran los recuerdos pasa por poder conocer mejor cómo surgen, se desarrollan y avanzan las demencias o el alzhéimer en particular. Las claves residen en los cerebros de las personas que han sufrido estos males y distintos grupos de investigación los estudian para sacar conclusiones que permitan un día ganar la batalla a este conjunto de dolencias neurodegenerativas.

En los siete bancos de tejido cerebral que hay en España se conservan centenares de muestras para los investigadores que lo soliciten y su petición esté justificada. Antes de quedar convertido en una pequeña lámina de apenas cuatro micras de grosor vista al microscopio, un cerebro donado para la investigación pasa por un proceso que a los más aprensivos puede incomodar. Tras un fallecimiento se abre una ventana de tiempo de unas 12 horas como máximo para extraer el órgano. Éste se corta siempre de la misma forma.

«El hemisferio más importante para nosotros es el izquierdo, el que más expresa clínicamente, más cosas nos dice; el derecho también cuenta , pero se relaciona peor con la clínica, es más interesante para investigación molecular, genética, ARN...», explica Alberto Rábano, responsable de Neuropatología y Banco de Tejidos de la Fundación Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas (CIEN) mientras sostiene en sus manos dos cerebros con diferencias evidentes en su aspecto. Uno corresponde a una víctima de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y el otro, que muestra unos marcados surcos, es de alguien con demencia. Al «abrir» ese último se observa cómo la zona del hipocampo está muy atrofiada, «la primera que se ve afectada por el alzhéimer», precisa Rábano.

Las lonchas de cerebro se clasifican, fotografían y tiñen, pero este material biológico no tiene mucho sentido por sí mismo. Si de verdad se aspira a dar un paso de gigante en la lucha contra la enfermedad, «lo que resulta útil es que al paciente que donó ese cerebro se le hubiera hecho un seguimiento y exámenes periódicos cuando estaba vivo, así podemos sacar conclusiones sobre cómo evolucionó la enfermedad. En nuestro caso, tenemos una residencia para estos pacientes integrada con el banco de cerebros y resulta más sencillo proceder de esa forma», asegura Rábano.

Por su parte, Ellen Gelpi, neuróloga y neuropatóloga del Banco de Tejidos Neurológicos de la Universidad de Barcelona/Hospital Clínic, asegura que «si contamos con una buena historia clínica podemos ver si las alteraciones del tejido del cerebro explicarían o se corresponderían con los síntomas que mostraba el paciente en vida. Hay barreras que nos impiden actualmente detectar la dolencia en sus fases iniciales, diseñar mejores tratamientos, la existencia de marcadores...».

Cabe pensar que el alzhéimer podría estudiarse a nivel celular o provocar la enfermedad en ratones de laboratorio, pero «nunca se reproducen exactamente igual que en humanos –afirma Gelpi– , por eso necesitamos cerebros donados, tanto de personas que han padecido el mal como de individuos que han muerto sin verse afectados por este conjunto de dolencias neurodegenerativas, y de este último grupo sí que hacen falta muchas más donaciones».SolicitudTanto en el caso del banco madrileño –que sí realiza tareas de investigación– como en el del catalán, investigadores del resto de España o, incluso, del extranjero pueden solicitar muestras para estudio. «La solicitud debe cursarse por una vía establecida para justificar la petición, que incluye la supervisión de un comité ético del centro que va a trabajar con la muestra y también de nuestro comité científico. Eso sí, no se le cobra nada por el tejido, salvo los gastos de transporte que deben correr de su parte, matiza Gelpi.

Hacen falta cerebros sanosLa donación es escasa y resulta crucial para compararlos con los enfermos y avanzar en la investigación.

En el banco de tejidos de la Universidad de Barcelona y el Hospital Clínic guardan 800 cerebros procedentes de donaciones altruistas; en el de la Fundación CIEN son 360. Sin embargo, dado que el 90 por ciento de las muestras corresponden a personas afectadas por alguna dolencia neurodegenerativa, hacen falta los de individuos que hayan fallecido por otra causa para poder compararlos y sacar conclusiones válidas . «Las víctimas de la enfermedad y sus familiares están más sensibilizados a la hora de donar, pues saben que su gesto no salvará vidas de forma inmediata, como ocurre con los trasplantes de órganos a una persona viva, pero puede que un día podamos combatirlas gracias a la investigación que nació de su cerebro, pero los otros son muy necesarios». La mayor parte de la población desconoce que puede donar a la ciencia su órgano más preciado y que esta donación no sigue los mismos cauces que la donación de otros órganos para trasplante. Sin embargo, no es en absoluto complicado, basta con firmar –el paciente o los familiares si está incapacitado– un consentimiento informado que es revocable. Más información: www.fundacioncien.es