Literatura

Rusia

Rusos con mucho cuento

Nunca ha estado en Rusia. Ni sabe nada del país eslavo más allá de referencias fabricadas por la creación artística. Aunque a Fancesc Serés (Zaidín, 1972) no le preocupa, porque, en el fondo, «¿quién sabe de verdad lo que ha pasado nunca en Rusia por muchos libros de historia que se escriban?».

Serés, la semana pasada, en Madrid
Serés, la semana pasada, en Madridlarazon

«No estoy seguro de que se sepa qué ha ocurrido allí, en ese enorme Estado que cambia de fronteras con tanta facilidad como de símbolos, que descuelga el icono monárquico por el idealista y éste por el religioso. Es un país que ha sufrido unas tremendas catástrofes humanitarias, sociales, políticas, y que ha mandado a una perra a la Luna... parece un poco de mentira...», afirma Serés, que quizá, con el atrevimiento de la igorancia tiene el valor para inventarse cinco máscaras literarias con apellidos y publicar una antología ficticia del cuento ruso sin haber puesto un pie en Moscú.

 Pero tiene una coartada. «La literatura no está para explicar nada, ni yo soy quién», señala el autor, que, aunque dedicó sus esfuerzos a escribir sobre la crisis en la celebrada «Materia prima», piensa que ya es inútil «si está ‘‘Callejeros''». Serés cree que ahí empieza a funcionar «el contrato con la literatura. Aportar algo que no hayan dado los demás; aunque los argumentos no sean infinitos, se puede seguir escribiéndose novelas sobre la Guerra Civil», bromea.

Serés ha sido antologado en alguna ocasión (es uno de los 41 autores incluidos en «Voces de la nueva literatura catalana», Anagrama) y con esta falsa antología quería «ironizar sobre el concepto de autoría y el concepto de antólogo». «Para mí, la antología tiene mucho poder. De alguna forma es una reflexión sobre la capacidad que tienen algunas personas para fijar la cultura que es, por cierto, un mecanismo similar para legitimar la cultura oficial como podría ocurrir en la URSS...» reflexiona el autor, que enseguida se contradice: «Tampoco es que tenga mucha importancia si, en el fondo, todos seremos subterráneos. En el sentido literal y metafórico, seremos olvidados».

Puede que para evitar exponerse a ese riesgo, Serés se camufla e imposta su voz imitando la manera de escribir cuentos en el último siglo y medio, y, además, imagina a una traductora. En todo caso, Serés firma la autopsia de «una decepción» por el desmoronamiento de los ideales. «Veo cierta continuidad de las ideas autoritarias de la Unión Soviética en el nuevo régimen de Putin y también en las repúblicas que se han independizado», afirma.

«No es esnobismo»

Pero la política sólo juega el papel de un telón de fondo de historias que, en caso de autores como el imaginario Aleksándr Volkov, adoptan la forma de fábulas tradicionales en una depurada apuesta de estilo del narrador. «Aunque no es un ejercicio de esnobismo, he intentado demostrar lo universal que hay en las particularidades. Creo que la ironía y el desencanto son un buen caldo de cultivo, y no se puede adoptar una postura de superioridad hacia la historia rusa. Lo que se vivió allí podría haber ocurrido exactamente igual en la Península Ibérica», defiende Serés. Después de todo ¿ha resuelto el enigma de Rusia? «No, ni de lejos».


De Marx a Elvis Presley
La Guerra Fría es un terreno abonado para la ficción que Serés no visita como si fuera cualquier cosa. hace hablar a un espíritu de Karl Marx o pone a cantar a Elvis Presley en la Plaza Roja de Moscú. «Pero no me permito dar lecciones sobre nada de lo que ha ocurrido. Mi postura es la de alguien afortunado que no ha padecido guerras ni revoluciones, así que hacer lo contrario me parecería un ejercicio de cretinismo histórico», asegura Serés.