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EL ANÁLISIS: Impotencia yihadista

La Razón
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- ¿Es el mensaje del «Doctor Muerte» un indicador del éxito o del fracaso de Al Qaeda?
–Es una prueba de la decadencia y el tránsito hacia la irrelevancia de una organización que ha perdido a dos tercios de sus cuadros medios y altos, hoy capturados o muertos. Al Zawahiri ha heredado una estructura con problemas de financiación, reclutamiento y comunicación, que ha alienado con su barbarie y su propaganda terrorista a vastas capas del mundo musulmán. El apoyo a la ola de cambios en el Gran Oriente Medio adquiere tintes patéticos. Supone renegar del método yihadista como el único sancionado por el salafismo armado para derribar regímenes considerados «corruptos y sifilíticos», como el de Egipto y Libia o el que se mantiene en pie en Arabia Saudí.

- ¿Transitan la internacional del terror y las revueltas árabes caminos paralelos?
–Así es. Nada ha influido Al Qaeda ni en el origen ni en el desarrollo ni en las consecuencias parciales que se desprenden del impulso revolucionario que convulsiona el Magreb y el Mashrek. El carácter incontrolable de las sacudidas viene determinado por la heterogeneidad de sus instigadores: conservadores, liberales, comunistas, nacionalistas, reformistas y salafistas que no necesariamente abogan por el terrorismo. Mientras Al Qaeda aspira a instaurar regímenes totalitarios al estilo talibán, aquéllos a los que ahora dice respaldar plantean reivindicaciones opuestas: libertad de expresión, una justicia independiente, una política saneada o respeto a los derechos humanos.

- ¿Es preocupante el compromiso en la aplicación de la sharia del nuevo Gobierno libio?
–Sin ninguna duda. Por dos razones. La primera, porque este paso al frente del líder del CNT, Mustafa Abdel Yalil, puede abrir una brecha entre tecnócratas seculares e islamistas del más diverso pelaje, que en el seno de un frágil poder ejecutivo puede hacer embarrancar la transición. La segunda, porque si se extiende la sharia como fuente para el establecimiento del nuevo modelo político y legislativo, Libia puede convertirse en un atractivo imán para redes y células satélites de Al Qaeda.