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El Hierro

La Razón
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Hay un lugar de España en el que una buena parte de sus vecinos dejaba las puertas de sus casas abiertas, por lo menos hasta hace un año, en el que tuvo lugar mi última visita. Se trata de una isla, El Hierro, donde ahora lo están pasando mal. Es el punto más occidental y el más meridional de nuestro país. Un auténtico paraíso por la tranquilidad que se respiraba, por su forma de vida, por sus paisajes, por sus alimentos y por otra serie de motivos. Sin embargo, desde hace poco más de un mes todo ha cambiado por culpa de una erupción volcánica submarina, que, si al principio resultó un fenómeno curioso, ahora es ya una fuente de problemas. Los temblores tienen preocupada, por decirlo de una forma suave, a una parte de su población. Los pescadores de La Restinga llevan varias semanas sin salir a faenar y sin medio de vida. Esta localidad estuvo evacuada y también ha huido el turismo que iba a contemplar los fondos marinos cercanos, entre los más bellos del mundo. Un túnel vital para las comunicaciones de la isla se cerró temporalmente. Hay perjuicios económicos por doquier y, sobre todo, hay mucha intranquilidad entre los habitantes porque no saben lo que va suceder, por dónde saldrá la lava y si tendrán que marcharse de sus casas deprisa y corriendo. Bueno será que, sin ser alarmistas, se contemplen todas las posibilidades y tanto el Gobierno de Canarias como el central, pongan a disposición de los herreños todos los medios necesarios para paliar las pérdidas que ya han sufrido y para hacer su vida más llevadera. Están lejos, pero no deben sentirlo, al menos en esta ocasión.