Grecia
Yorgos qué morro
Hoy vota el Parlamento griego si echa o no a Yorgos Papandréu de la presidencia. Se merecería no sólo estar en la calle, sino en el ostracismo, que para eso es invento griego. Porque lo único que ha demostrado es morro, el que le corre por las venas como hijo y nieto de primeros ministros.
-Papá, ¿y cómo se hace para salir del atolladero?
-Pasarle a otro la pelota caliente, Yorgosín.
Nadie quiere a Papandréu: ni la oposición, ni su partido, ni el pueblo; pero todos están empantanados por su culpa, y podrían haber estado peor de haber prosperado la idea del referéndum.
La jugada era endiablada. A Grecia le ha venido Zeus a ver con la oferta europea de 130.000 millones de euros, que bastante nos va a costar a todos, y el presidente se permitió la chulería de convocar una consulta.
-A ver, ¿queréis que os regalen una pasta después de haber malversado fondos y mentido a la UE?
Tenía el deber moral de coger el dinero y someterse a todas y cada una de las exigencias de Merkel y Sarkozy. Pero claro, era duro aguantar las protestas de su pueblo, que no está dispuesto a apretarse aún más el cinturón. ¿Qué hizo? Aplicar la receta de papá: que decida el pueblo. A última hora corrigió el tiro, pero la desvergüenza ha sido histórica. Si los griegos hubiesen votado «no» en el referéndum, hubieran salido del euro y serían aún más pobres. Si hubieran votado «sí» habrían asumido una responsabilidad que en realidad corresponde a Yorgos, que para eso ha sido votado.
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