Bruselas

Patada a seguir por Alfonso Merlos

La Razón
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Ni Grecia va a ser expulsada del euro ni España se va a convertir en el eslabón más débil de la cadena. Y sí, las terroríficas implicaciones que las elecciones iban a desencadenar en nuestro país han sido inflamadas. Se dibuje como se dibuje la fisonomía de la nueva coalición de gobierno, dos hechos son indubitados.

 El primero, que ese Ejecutivo tendrá una dificilísima estabilidad interna y será renuente a acatar al pie de la letra la ortodoxia de Bruselas. Ni una cosa ni la otra asoman en el caso español. Y en absoluto Mariano Rajoy, que seguirá haciendo valer su mayoría absoluta, se va a dejar arrastrar hasta escenarios que impliquen incertidumbre política. Sería un suicidio. Incluso dispararía el capital de desconfianza plantear fórmulas de supuesta emergencia como ese gabinete de unidad nacional o concentración, con el que sueña un puñado de socialistas irresponsables más por su vocación conspiradora que patriótica.

 El segundo hecho incontestable que deriva de este 17J es que Atenas será forzada a comprometerse por escrito a cumplir el cronograma de consolidación fiscal establecido por la troika para seguir recibiendo ayudas. Palo y zanahoria. Y nada aquí debe temer el Partido Popular si tiene voluntad y capacidad de acabar con el despilfarro y las trampas en las cuentas: hay pocas cosas que preocupen más en el complejo de La Moncloa, el paro masivo al margen, que contener la sangría del déficit y frenar la bola de nieve de la deuda pública; quizá también renegociando, pero sobre todo cumpliendo los compromisos adquiridos.

Ni siquiera en relación a los bancos se atisba efecto contagio. Aquí nadie está planteando ni en la más remota de las hipótesis plan alguno para limitar las retiradas de efectivo de cajeros y ventanillas, ni control para contrapesar el daño de una inminente fuga de capitales. Y tampoco los hijos de Pericles han señalado con su voto el camino de tan catastrófico panorama, que hasta podría incluir en un punto extremo la suspensión del Tratado de Schengen.

Los ciudadanos griegos han dado una patada a seguir y sus políticos parecen dispuestos a hacer borrón sin aclarar cómo será la cuenta nueva. Nada que ver con nuestro caso. Sabemos que llegarán sacrificios formidables. Dolorosos y prolongados. Pero también que no veremos contenedores ardiendo ni escaparates destrozados ni carreras de encapuchados de aquí para allá, salvo las protagonizadas por contados y vulgares delincuentes.

Sin dejar de mirar la prima de riesgo desde este lunes, separemos la vista del deformado espejo heleno. Comencemos a buscar y encontrar ese espíritu de superación que nos puede ayudar a levantar nuestra economía, a compactar nuestra sociedad y a regenerar nuestra nación. Eso sólo depende de nosotros.