Galicia
Malestar en los militares por ejercer de «seguratas» en las torres de control
En las primeras horas de caos, el 3 y el 4 de diciembre, los militares del Ejército del Aire se desplegaron en torres y centros de control por toda la geografía española. Los movieron de Badajoz a Galicia, de Valladolid a Santander, de torre en torre y de centro en centro
Su presencia en los epicentros de la crisis de los controladores aseguraba el normal funcionamiento de un servicio básico o, al menos, servía para escenificar el puñetazo en la mesa del Ejecutivo ante el órdago de un colectivo en pie de guerra.
En aquellas primeras horas, coroneles, tenientes coroneles, comandantes y capitanes del Ejército del Aire asumían el mando del control aéreo, especificaban a los civiles el trabajo que había que hacer y éstos respondían haciendo su labor normalmente. En las siguientes horas, los controladores que habían provocado el cierre del espacio aéreo alababan las virtudes de quienes eran sus jefes accidentales. A partir de ahí, la función de los militares era controlar que los trabajadores acudieran a sus puestos. Poco a poco, el mando en plaza de los oficiales del Ejército se diluía en la «normalidad» de la situación. Y eso ha devenido en un malestar entre éstos.
A día de hoy, su presencia en los centros y torres de control es meramente testimonial, denuncian a LA RAZÓN fuentes militares. Según apuntan, su papel ha quedado relegado a una presencia casi «decorativa», y fundamentada sólo en el hecho de que los controladores están militarizados. Los atestados que informan de si los otrora huelguistas han entrado en su puesto de trabajo y se han producido los relevos obligados los está firmando, en la mayoría de los casos, la Guardia Civil, por lo que los militares argumentan que su presencia está de más, ya que consideran que si hay que dar parte al juzgado de la ausencia injustificada de un controlador, también puede hacerlo un agente del Cuerpo.
La presencia de los oficiales del Ejército del Aire en torres y centros de control, unos 190, ha provocado un efecto colateral. Al tener que permanecer en las obligaciones derivadas del Estado de Alarma, coroneles, tenientes coroneles, comandantes y capitanes han dejado un vacío en sus unidades de procedencia, en sus cuarteles.
Carga de trabajo y bloqueos
Ese vacío ha obligado a otros oficiales e incluso suboficiales a asumir funciones ajenas a las que habitualmente realizan, provocando una carga de trabajo y en ocasiones un cierto bloqueo en el normal funcionamiento de las unidades. De ahí que, de entrada, el deseo más extendido tanto en el cuartel general del Ejército del Aire como en el resto de cuarteles, era que el Gobierno renunciara a prorrogar el Estado de Alarma y poder recuperar el funcionamiento normal de sus cuarteles.
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