Día de las Fuerzas Armadas
Desfile de despropósitos
No caben más errores, despropósitos e inoportunidades en lo que se supone que es el acto central de la Fiesta Nacional. El desfile militar de ayer en el Paseo de la Castellana se convirtió en una pasarela política donde cada cual dio rienda suelta a sus humores. En lugar de prevalecer el espíritu festivo y de celebración en torno a nuestros Ejércitos y a lo que significa España como nación, este 12 de octubre ha sido devorado por la anécdota, la bronca y los desplantes. Deplorable. El primer despropósito ha sido el protocolario y organizativo, que, pretendiendo blindar al presidente del Gobierno de los abucheos, puso tierra de por medio entre el público y la tribuna central. No satisfecho con esto, se intentó ocultar la llegada de Zapatero introduciéndolo por la parte de atrás de las gradas y no anunciándolo por megafonía, como sí se hizo cuando llegó el Rey. Para remate, los mismos responsables de la megafonía trataron de tapar con música a todo volumen los abucheos para que no llegaran a las televisiones. Esfuerzos todos ellos que, además de inútiles, resultaron ridículos, como atribuir a una conjura por internet los gritos de «Zapatero, dimisión». No estamos de acuerdo con que se abuchee al presidente del Gobierno ni a ninguna otra autoridad del Estado en la fecha más señalada de España. Días y oportunidades hay en todo el año para expresar, con todo motivo, el descontento, el rechazo, la irritación o el hartazgo que provoca el Gobierno. No es cuestión de razón, sino de oportunidad, y ayer no era la ocasión oportuna para los pitos y el pataleo, porque con ellos se degrada una celebración que es de todos y que está por encima de las disensiones partidistas o las discrepancias políticas. De la misma forma que en 2003 criticamos duramente a Zapatero por no levantarse al paso de la bandera de EE UU y politizar una celebración de todos los españoles, insistimos ahora en que los actos institucionales, en los que el desfile del 12 de octubre está entre los primeros, son para el homenaje, la honra y la concordia, y han de quedar al margen de consideraciones que instiguen la división. En este punto, los gestores deben dar ejemplo de responsabilidad, empezando por el Ministerio de Defensa, al cual compete organizar la parada militar sin causar tensiones políticas, sin incurrir en mezquindades o buscar subterfugios ridículos. Por otra parte, no era el momento ni el lugar para que los gobernantes diriman en público sus diferencias o debatan cuestiones pendientes. Zapatero y Gallardón se enzarzaron ayer, a la vista de todos, en una discusión calificada de «áspera» por Aguirre, testigo presencial, en la que le pidió que no discrimine a los ayuntamientos y que les dé el mismo trato financiero que reciben las comunidades autónomas y la Administración General del Estado. Al margen del lugar elegido, hay que reconocer que el alcalde tiene razón en las causas de su malestar, ya que no quiere aumentar el endeudamiento sino refinanciarlo. Por lo demás, el desfile tuvo la virtud de congregar a una gran multitud ciudadana que lo siguió entregada y con gran emoción. Las jóvenes repúblicas hispanas que este año celebran el bicentenario honraron la fiesta con su presencia, salvo la Venezuela de Chávez, cuya espantada es indigna del pueblo de ese país.
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