Cataluña
Platos rotos
Rubalcaba acusaba ayer a Rajoy de «ir a Cataluña como si nunca hubiera roto un plato». Rubalcaba ha ido a Cataluña como si nunca hubiera roto un plato él y como si la sentencia sobre el Estatut no la hubiera dictado «su Constitucional». Como si la responsabilidad de esa sentencia no estuviera en quien prometió al nacionalismo catalán lo que no podía ni quería darle y como si el Gobierno socialista no hubiera podido presionar a ese alto tribunal de la misma pública manera en que lo hizo para obtener la legalización de Bildu demandada obscenamente por Urkullu.
Rubalcaba ha ido a un mitin con Montilla como si éste no hubiera sido castigado por el electorado catalán por no ser carne socialista ni pescado nacionalista, o sea por ser él mismo un plato roto. Rubalcaba en ese mitin se ha puesto a darle abracitos electorales a Carme Chacón como si ambos no se hubieran arrojado a la cabeza toda la vajilla de la cocina de Ferraz por culpa de ese glotón «yo me lo guiso y yo me lo como» de unas primarias que nunca tuvieron lugar.
Que no hable Rubalcaba de platos porque él es el experto en poner cara de no haber roto uno en su vida; porque ha roto todos los platos habidos y por haber en la política española, los del felipismo y los del zapaterismo, aunque haga ahora como que no tiene que ver nada, como que no ha roto jamás ni una taza.
Que no se venda por un plato de lentejas ni de votos abrazando el actual modelo lingüístico de la enseñanza catalana y a la vez el bilingüismo. Que no rompa las pocas porcelanas y lozas de la lógica que no se ha cargado Zapatero.
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