Líbano
Ara Malikian / violinista: «A los músicos sinfónicos se les pone cara de funeral cuando tocan»
Tiene una carrera tan salvaje como su melena. Pocas veces un violinista cuelga el atril de un gran coliseo para abrazar al público en «shows» de humor e infantiles. Ara Malikian (Líbano, 1968) después de formarse en la pureza británica y alemana, se instaló en España, donde acompaña desde cantaores flamencos a Extremoduro.
E s casi imposible caminar por Madrid en cualquier época del año y no verle en un póster de concierto, obra musical, recital...
–Si los habitantes de España trabajaran la mitad que lo hace Ara Malikian alcanzaríamos el pleno empleo.
–Hay que inventarse los trabajos. Es un momento difícil, pero hay que tener iniciativa y sueños. No hago por hacer, sino porque me encanta y, si pudiera, haría mucho más...
–Por ejemplo, ¿va a conseguir tener vacaciones este año?
–De momento no, pero no me importa. Es difícil decir que me va bien porque existen muchos problemas. El nivel de contratación ha bajado mucho, pero lo peor es la inacción, hay que adaptarse a la situación, el arte no se puede abandonar porque entonces brota la decadencia.
–Si alguien, como usted, nace en Líbano siendo de origen armenio, casi lleva en los genes eso de ser errante.
–Quizá sí, pero conozco muchos armenios que no se mueven tanto. No es solo cuestión de origen. Las casualidades de la vida me obligaron a viajar mucho. Al principio sin querer, luego se convirtió en necesidad. Me hace falta dialogar, descubrir... Eso es lo que más me gusta. Intentar entender y respetar lo que no conozco.
–Tuvo una formación muy clásica, ¿cómo llevan sus ex compañeros de atril que le haya dado por acercar la música clásica, sobre todo, a través de la comedia?
–Fue poco a poco. Incluso desde mis años de estudios ya tenía otros intereses. Me pasaba con esos profesores posesivos que son como las parejas: no quieren que les pongas los cuernos. Necesitaba inspiración en otros géneros y tuvieron que acostumbrarse. Nunca lo he hecho por ser diferente o innovar, sino por puro interés.
–Después de tanto viajar, se estableció en un país que, dicen, carece de cultura musical culta.
–No es tan verdad. Se han creado muchas orquestas, aunque algunas cierren, y auditorios para la clásica. Además, existe una tradición musical inmensa , que es lo que más me ha aportado. Incluso se hace más música multicultural en España que en otros países.
–Se metió de lleno en el flamenco con José Luis Montón. ¿Es un mundo tan cerrado como se dice?
–Como ellos mismos dicen, no es un estilo musical, es una manera de vivir. Es muy cerrado, pero me recibieron bien. Con lo desorganizada que ha sido mi vida, creo que he tenido mucha suerte y lo que más me he aprendido ha sido de los amigos.
–Asegura también que le han enseñado mucho los niños, el público más exigente, a los que ha dedicado varios espectáculos.
–Fue un descubrimiento casual. Al aprender a tocar para ellos, mi concepto de la música ha cambiado completamente. Qué mayor se atreve a decir: «Eso no me gusta» en tu propia cara. Muchas veces la música clásica es un acto social, todo lo contrario que para ellos.
–Es cierto que en los espectáculos de música clásica la relación entre público e intérprete está excesivamente reglamentada...
–Absolutamente. Es lo que más me molestaba de ese mundo: el protocolo hace daño a los propios músicos. Esa actitud tan solemne distancia del público, aunque sean muy amables debajo del escenario, cuando suben se les pone cara de funeral.
–¿Qué recomienda a ese público ajeno a la clásica que se plantea acudir a uno de sus espectáculos?
–Que olviden que es una música complicada de entender, para la que se necesitan conocimientos. Durante años se ha temido por considerarla sublime y culta.
–¿Cree que algún día se identificará a la ópera con los vaqueros y no con el abrigo de visón?
–Claro. Cada uno debe ir al concierto como quiere. A mí me preocupa más que la parte musical llegue a todas las clases y a todas las edades. Lo hemos demostrado con nuestros conciertos.
–En su diversidad de registros, ha llegado hasta a grabar con Extremoduro, capitaneados por un poeta tan heterodoxo como usted.
–Es un grupo de culto y me siento afortunado de haber colaborado con ellos. Un artista, ante todo, debe ser uno mismo. Inistesta no lo hace por ser excéntrico.
–Le resulta complicado rechazar casi todas las ofertas que le hacen. Asegura que se ha dado cuenta de que «no saber decir que no es positivo».
–Antes pensaba que eso era un defecto. Ahora, cuando me he convencido de que no voy a cambiar, opino de otra manera. Soy una persona positiva y optimista, por eso digo que «sí», cuando otros ni siquiera escuchan las ofertas.
–¿Cómo vive alguien optimista como usted un entorno tan pesimista como el que sufrimos estos días debido a la circunstancias económicas?
–Es muy difícil ver a tantos colegas sin trabajo, con la espalda en la pared. Es el momento de ayudarnos unos a otros. La solución no es pararse a llorar, siempre hay una salida, incluso en las situaciones más complicadas. El mejor ejemplo es «La vida es bella», de Roberto Begnini: incluso en extremas circunstancias uno puede llegar a ser feliz.
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