Distribución

Osos en los senderos

 
 larazon

Pocas actividades tan nocivas para la naturaleza como el senderismo. Los valles no están acostumbrados al olor de la sudoración humana. Y pocas actividades tan peligrosas como el senderismo cuando se veranea en zonas donde viven los osos. Se ocultan los datos para no alarmar a los incautos senderistas, pero en el pasado verano, más de 459 afanosos viandantes de senderos montañosos fueron devorados por los osos pardos de la cordillera cantábrica. ¿Y cuántos son más de 459 senderistas? La respuesta es sencilla: 460.

Se sabe que las autoridades animan al senderismo en las montañas del norte a sabiendas del alto índice de mortandad de sus practicantes a fauces y garras de los osos. Cuantos más aficionados a recorrer los altos senderos de Liébana, la montaña palentina y leonesa y los bosques astures, menos hay que gastar para mantener a los osos con alimentos complementarios. El oso aguarda en el hayedo, percibe el olor a sudor de los senderistas entusiastas que se avecinan en alegre grupo, elige al más apetitoso de entre ellos, y cuando se hallan a su altura, irrumpe en el camino, se zampa al elegido y deja al resto de los eco-coñazos en trance de absoluta renuncia de los placeres de la naturaleza. Años atrás, los guardas advertían de la presencia del oso a los paseantes con mochila, pantalones cortos y camisetas sobaqueras, en defensa del oso, naturalmente. Pero desde que se instaló la crisis económica, y conocido el resultado positivo de ataques osunos a los senderistas, las autoridades económicas europeas recomendaron un discreto silencio. De tal modo, que un dos por ciento (2%) de los senderistas eco-coñazos que se adentran en nuestros bosques son devorados por los osos con el objetivo de no encarecer los gastos de su manutención. El aspecto negativo de la actual situación no es otro que el óbito de algunos osos por intoxicación alimentaria. Comerse a un senderista sudado, con pantalón corto, chancletas, camiseta negra sobaquera con la imagen del «Ché Guevara», mochila y el diario «El País» enrollado en su interior, es mortal de necesidad para los osos más sensibles de la cordillera. Y creo que ha llegado el momento de volver a los buenos tiempos para los hombres y para los osos. Se prohíbe el senderismo por los parques nacionales y zonas adyacentes y se contribuye de manera natural al complemento alimentario de los osos, sin que ello signifique el sacrificio de centenares de senderistas, que probablemente, en invierno y vestidos más o menos con normalidad, son gente bondadosa y amante de sus familias.
Aviso a los caminantes. No hagan caso a los guardas cuando son preguntados por la presencia de osos y éstos les responden que no los hay. Ellos cumplen con su deber. Hay muchos al acecho y les encanta la carne hortera.