Cataluña

Una secesión imposible por Martín Prieto

Mas se lanza a un precipicio, sin paracaídas y sin importarle las consecuencias. Este Estado de las Autonomías, que necesita una reparación, ha dado impulso a los independentistas

Mas se lanza a un precipicio, sin paracaídas y sin importarle las consecuencias. Este Estado de las Autonomías, que necesita una reparación, ha dado impulso a los independentistas
Mas se lanza a un precipicio, sin paracaídas y sin importarle las consecuencias. Este Estado de las Autonomías, que necesita una reparación, ha dado impulso a los independentistaslarazon

La Constitución (¿quién se la ha leído?) está madura para enmiendas y hasta para un nuevo periodo constituyente, pero ya advertía San Ignacio que en tiempos de tribulación no hacer mudanza. Estamos embarcados en la bamboleante carlinga de la noria de un ciclo económico que ni termina de morir ni acaba por nacer y cambiar de régimen es desbarrancarse por el precipicio. Hasta nuestro socialismo (o Rubalcaba) le hace guiños al estado federal, una teoría tan vieja como Kant y que sólo ha prosperado en 30 países. El Estado de las Autonomías necesita cirugía mayor y algunas amputaciones, pero a la postre es un remedo federalista que se debe corregir para que a los nacionalistas-secesionistas les baje la fiebre.

Hay que leer los juicios históricos de Proudhon o Frantz para entender el concepto de federalismo, que aspira utópicamente a un gobierno universal en el que rija la kantiana paz perpetua. Pero el «diktak» prusiano o el «ukase» zarista entre los que quiere bailar Artur Mas no es federación ni fueros tributarios sino desgajamiento de España sin asumir las consecuencias. Los que esgrimen la bandera estelada llevan desde la muerte de Franco buscando excusas geográficas. Aunque Carme Chacón había husmeado en Québec antes de que su esposo quisiera convertirla en Isabel la Católica, el ejemplo está estropiciado porque los quebequenses, referéndum a referéndum, optarán por la independencia cuando se enfríe el infierno. Luego dieron con las islas Feroe, que piden la independencia a cambio de que Dinamarca les pague los gastos de por vida, lo que tiene que ver más con la extorsión que con el afán identitario.

Centroeuropa apasiona al victimismo catalán, al que Checoslovaquia no se le cae de la boca. Podemos retrotraernos a la Baja Edad Media y a los reyes de Bohemia y Moravia, pero el país artificial surgido de la Gran Guerra sólo ha sido un fleco despeluchado del imperio austrohúngaro, y los eslovacos han perdido soberanía económica. «La secesión fue cosa de una camarilla de políticos», te comentan en Praga o Bratislava. Entretenerse comparativamente con la disgregación de la ex Yugoslavia es prueba de haber leído sólo el anverso de las hojas de calendario con efemérides.

Cataluña nunca ha sido independiente (menos que Puerto Rico, que no lo ha sido nunca), y son «españoles» desde los íberos y con quinientos años de España a sus espaldas. En las guerras marruecas los voluntarios catalanes sorprendieron con su barretina y su ferocidad como tropa de choque.
 

Y EL REY, ¿QUÉ?
Nuestro primer Borbón, tras la Guerra de Sucesión, fue Felipe V. El Príncipe de España reinará en su día como Felipe VI, asociación ordinal de ideas que puede provocar erisipela mental en el radicalismo catalán autonomizado, federalizado o independiente. ¿Pero alguien se cree que Juan Carlos I va a finalizar su reinado firmando la secesión de una parte de España? Jordi Pujol (el que se empapaba con la creación de Israel soñando ser Ben Gurión) ya le ha advertido a Mas que la independencia será muy difícil.

Será inconstitucional, ilegal e imposible a menos que lo que llamamos España se desbarate o proclamemos una república de cantones como en la primera. El «¡Viva Cartagena!» no se ha perdido en la noche de los siglos. Artur Mas se ha tirado al vacío histórico sin paracaídas, con la ley o sin ella, como los Confederados quisieron romper la Unión y la primera Constitución democrática del mundo. Saca la barbilla voluntarista pero no será el Bismark de los países catalanes.