Ciencia y Tecnología
Pulseras ungüentos y otros «milagros» por José Antonio VERA
El de la salud es un ámbito propicio para el curanderismo y las terapias atípicas. Existieron desde siempre los chamanes expertos en curar desde la nada. Hay que reconocer que las denominadas terapias alternativas no son siempre subproductos médicos sin rigor y sin efectividad. Conozco a decenas de especialistas en medicina natural que saben lo que se traen entre manos y que han solventado mil y un problemas a numerosas personas que se vieron desamparadas por la medicina tradicional. Por eso es importante no confundir. Hay especialistas en terapias naturales tan buenos o incluso mejores que los tradicionales. Muchos médicos con título, de hecho, optan por estas especialidades porque les generan confianza y prefieren enfrentarse a las enfermedades sirviéndose de ellas, al menos en un primer momento. Por eso no conviene generalizar ni mezclar conceptos. Conozco eminencias en especialidades tan dispares como la hidroterapia, enzimoterapia, aeroterapia, geoterapia, helioterapia, fitoterapia, oxigenoterapia, ozonoterapia, acupuntura u homepatìa, que representan bien a sus sectores y hacen una tarea seria en sus ámbitos de trabajo. Pero no diríamos la verdad si no reconociéramos que igualmente hay mucho aprovechado que se dedica a hacer el agosto a costa de la salud. Probablemente las Administraciones tengan parte de la culpa al no exigir a la medicina natural la profesionalización que se exige a la convencional. No sería ninguna tontería que desde alguna Agencia de Sanidad de vigilara, regulara, controlara y formara no sólo a quienes se mueven en este mundo de la salud natural, sino lo que es más importante, que se fijara un escenario de credibilidad para el consumidor, a la postre víctima de los timos que se dan actualmente con la salud como motivo.
Lo importante, fundamentalmente, es que nadie venda lo que no es sin que previamente lo haya podido demostrar. En nuestras farmacias se exponen numerosos productos homeopáticos o naturales que se prescriben advirtiendo de su posible eficacia, pero también de las interacciones o contraindicaciones. Se trataría de que todos fueran sometidos al mismo rigor en los controles que aquellos que hoy ya se exponen al consumidor en los establecimientos especializados. Cosa difícil, porque siempre será complicado controlar todas las redes alternativas, incluido el mundo de internet, tan universal como potencialmente desaforado. Precisamente a través de internet se perpetran hoy día no pocos fraudes al consumo en nombre de la salud. Uno de los últimos, el de las terapias milagrosas basadas presuntamente en las células madre. Teniendo en cuenta que aún no hay terapias fiables en este tipo de tratamientos, debemos entender como completamente inventadas las ofertas que anuncian, previo pago de 6.000 euros o más, la curación de enfermedades incurables como el alzheimer gracias a este procedimiento tan novedoso como todavía incierto.
Pero a ellos les da igual, porque lo mismo «curan» un parkinson que una demencia senil o un derrame cerebral. La cuestión es hacer negocio. Y vaya si lo hacen. Por ejemplo, los inventores de las famosas pulseras milagro. Se han vendido millones de ellas en todo el mundo a un precio de 30 euros. La rentabilidad ha sido espectacular, teniendo en cuenta que el coste de la unidad debe ser completamente despreciable. Hay que tener en cuenta que están hechas de silicona y poco más, pese a lo cual su «eficacia» abarca mundos tan dispares como el dolor, el estrés, las lesiones, la fatiga, o sencillamente el equilibrio. Mucho se ha escrito de estos artilugios, y hasta la Administración ha acabado interviniendo para evitar la publicidad engañosa, pero aún así siguen teniendo efecto y vendiéndose como churros por todo el mundo, particularmente a través de la red, empleando conceptos tan vagos como la «mejora las energías del biocampo». Una de las características de estos inventos e inventores es el uso de un lenguaje seudocientífico que intenta cautivar a la gente no versada con palabras llamativas. Así se habla de propiedades magnéticas y piezoeléctricas, de campos halográficos y frecuencias energizantes, etcètera. Pero no son solo las pulseras. Abundan los potingues y métodos biomagnèticos tanto para ahuyentar a los microorganismos como para eliminar el Sida. Otra cosa es que al final sean mìnimamente eficaces. A todo esto se le denomina hoy no sin razón «timoterapias».
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