Imperio de los sentidos por Marina CASTAÑO

No sé si recuerdan esa película de finales de los años setenta. Yo sí, tanto por su contenido como por una razón anecdótica y es que la vi en Amsterdan en japonés, ya que la cinta, como bien saben, es nipona, con protagonistas nipones, estaba en versión original, y los subtítulos eran en holandés, dado que se estaba proyectando en la Venecia del norte. No me enteré de los diálogos, pero la acción era lo suficientemente elocuente como para percibir lo que ocurría, bajo una filosofía que se fundamentaba en el principio básico de que «lo que te da placer a ti, me hace feliz a mi». El final es conocido: el personaje femenino, inspirado en una mujer en la cultura japonesa, mata a su amante con su consentimiento en un acto de delirante paroxismo sexual. Es la otra cara de la moneda de quienes ejercen un excesivo control sobre uno mismo, un control que impide disfrutar plenamente del acto sexual. Sin llegar a extremos disparatados, como el del final de la película, las circunstancias, las preocupaciones, los problemas, el trabajo impide tener una vida de relación física que satisfaga y que libere la cabeza de cada cual de todas esas cuestiones que pueden perturbarla. Y la pregunta sería, ¿se le da la suficiente importancia a la vida íntima de pareja? ¿Se sabe vivir el sexo con la intensidad debida? Quizá no, quizá en general no se consiga conectar con la sexualidad de cada uno precisamente por ese día a día agotador de los tiempos actuales. He leído en algún sitio que asistir al menos una vez al año al terapeuta de pareja ayuda a mantener la armonía en la misma. Yo creo más en el intento de cultivar el cariño y la atracción en los momentos de intimidad.