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Andalucía en la encrucijada

La Razón
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Si las encuestas están en lo cierto, el mapa político de Andalucía dará hoy un vuelco histórico y permitirá al PP tomar las riendas de la Junta por primera vez desde que se constituyó el primer embrión de la comunidad autónoma, hace 34 años. Para ello, el candidato popular, Javier Arenas, deberá ganar por mayoría absoluta, incógnita que se ha ido despejando a su favor conforme avanzaba la campaña electoral. En efecto, la crónica de esta contienda es la de dos destinos diametralmente opuestos: por un lado, la caída en picado de un PSOE arrastrado por la corrupción, el pillaje y la nostalgia del pasado; por otro, el ascenso vigoroso de un PP que desde hace tres meses se ha lanzado a una reforma de la nación sin concesiones ni complejos. Frente al candidato socialista, José Antonio Griñán, que se desangraba por las puñaladas intestinas de sus propios compañeros, se ha plantado el sólido Javier Arenas, impulsado por toda la maquinaria de un partido que gestiona casi todo el poder en España. Los dirigentes socialistas, con Pérez Rubalcaba a la cabeza, se refugiaron en su Arcadia, sacaron de paseo al veterano González, rememoraron las viejas batallitas de sus tardes de gloria y vetaron piadosamente a Zapatero. Por el contrario, el gran protagonista del PP ha sido un Rajoy cuyo liderazgo se ha consolidado ante la opinión pública por su firmeza reformista. El PSOE centró su campaña en el miedo a la derecha y en la demonización de la reforma laboral, empeño en el que ha contado hasta ayer con el apoyo entusiasta de los sindicalistas de UGT y CC OO, que si convocaron apresuradamente la huelga general para el próximo día 29 fue para hacer coincidir su calentamiento con la campaña andaluza. Pero ni con esas ha salido beneficiado Griñán, tal vez porque su credibilidad, como la de los sindicalistas cómplices, ha quedado muy dañada a raíz de unos ERE fraudulentos y del despilfarro del dinero de los parados. Es evidente que el régimen socialista andaluz toca a su fin en medio de unos estertores que recuerdan a las repúblicas bananeras. Después de tres décadas largas, Andalucía sigue donde estaba: la primera en la cola del paro, de las últimas en calidad educativa, endeudada hasta las cejas, parasitada por decenas de miles de enchufados, contratados a dedo y liberados sindicales... De todas las regiones de la UE, la andaluza es la que peores indicadores de progreso presenta, como si se tratara de un castigo bíblico. Pero no hay tal, sólo una pésima gestión cuyo objetivo principal ha sido perpuetuarse en el poder tejiendo redes de clientes y engrasando voluntades. El pueblo andaluz necesita dar un giro radical a su destino y salir de esa ciénaga política y moral en la que ha estado sumido bajo el PSOE y el sindicalismo de partido. Hoy tiene la gran oportunidad de reivindicar libremente un futuro nuevo y con dignidad.