Proteger para conservar

En los últimos cien años, pero especialmente desde que se inician las visitas masivas en los 50, las pinturas de Altamira habían llegado a una situación alarmante. El estudio del CSIC –casi 400 páginas realizadas por especialistas en campos muy distintos– demostró que no se debía sólo a la entrada al interior del recinto, sino a todos los acondicionamientos del exterior, que suponen movimientos de tierras, partículas en suspensión, alteración del microclima interior... Cuando entramos en un ecosistema nos acompañan nuestra respiración, la humedad de ésta y, sobre todo, los nutrientes que portamos en los zapatos y la ropa, que contienen esporas y microorganismos. Desde que la cueva está cerrada, el crecimiento de las colonias bacterianas se ha detenido, y con él la destrucción del arte rupestre del interior.Se ha logrado aplicando medidas correctoras, que conviene mantener: evitar las actuaciones en el exterior, poner frenos o cortinas para que los nutrientes no entren y mantener el ambiente en el interior lo más estable posible. El informe muestra que la degradación más importante de la cueva se ha generado desde los años 50 hasta ahora. La entrada continua de visitantes provocaría otro cambio medioambiental que conduciría a una nueva fase de proliferación de las poblaciones bacterianas: si la cueva siguiera en esta situación, es muy posible que en los próximos 50 años desaparezcan las pinturas.La experiencia de los resultados recientes, y de otras cuevas, nos dice que la estrategia que ofrece más garantías es continuar con la menor tasa posible de conexión con el exterior. Es difícil predecir cuál es el número de visitantes que debería permitirse acceder anualmente, ni las condiciones en las que éstos deberían hacerlo (trajes de protección, por ejemplo) para que las cuevas sigan manteniendo su integridad. Los científicos hacemos nuestro trabajo con rigurosidad y ajenos a polémicas externas. Son las administraciones las que, finalmente, deben tomar la decisión.