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Moda vegana: vestir sin conservantes
Ni lana, ni pelo, ni piel, ni plumas, ni seda, ni ante. Nada en cuya fabricación haya intervenido un animal, porque «los animales no están al servicio del hombre». Los veganos dejan de limitarse al sector alimentario y se cuelan en otros ámbitos: la moda vegana es la última tendencia de esta curiosa forma de vida.
La plataforma PETA y millones de veganos se enfurecieron cuando Lady Gaga, en una nueva muestra de su inacabable originalidad y desesperación por ser el centro de todas las miradas, apareció con un vestido de carne cruda en los premios MTV de 2010. Fue una clara muestra de cómo el veganismo ha dado un nuevo paso en su denuncia y reclama de derechos y ha conseguido calar en el universo «fashion».
Un jersey de «cashmere», una bufanda de angora, unos zapatos de piel, un abrigo de visón... Todos artículos prohibidos para un vegano. Aunque hasta ahora era poco conocida, esta nueva forma de «cuidar el medio ambiente» es, según sus seguidores, el paso lógico que sigue a dejar de consumir productos provenientes de animales. Porque ésa es la principal diferencia entre un vegetariano y un vegano: el primero se limita a no comer carne, mientras que el segundo, considerando a todo ser vivo como un igual y a la raza humana como una pieza más dentro del denso tejido del planeta, elimina también de su alimentación huevos y leche y renuncia a exquisiteces como los helados, el queso, el foie gras o la miel. Y si el vegetariano, estrictamente hablando, limita sus restricciones al ámbito alimentario –exceptuando quizá las pieles y aquellos objetos en cuya fabricación haya habido violencia contra un animal–, el vegano lo lleva hasta sus últimas consecuencias y evita absolutamente cualquier producto de cuya elaboración haya formado parte la fauna.
Difícil purismo
Esto incluye, además de una amplia gama de productos como champús, antibióticos, cosméticos e incluso instrumentos musicales (las cuerdas de una guitarra se hacen con tripas de gato), el objeto de deseo de miles de «fashionistas»: la moda. Grandes agujas como Stella McCartney, Marc Jacobs o Vivienne Westwood se han comprometido con esta filosofía, aunque a diferentes niveles. Mientras Jacobs se ha limitado a diseñar algunas prendas, como su famoso bolso de lentejuelas negras (170 euros), McCartney es una conocida activista en favor de los derechos de los animales que se siente orgullosa de poder decir que en sus tiendas «no hay cadáveres».
Las fuertes restricciones provocan que ser purista sea algo muy complicado. Los productos sintéticos suelen ser de menor calidad y estéticamente menos atractivos. «No es algo fácil, porque los bienes de lujo son una adicción, y, aun así, yo me niego a tirar mis bolsos de piel», afirma Kathy Freston, la «socialité» neoyorquina que se dedica a entrenar a los neófitos veganos famosos. Con todo y con ello, algunas de sus firmas «cruelty-free» preferidas son Mink –donde cada zapato, desde 300 euros, tiene el nombre de un animal– y Beyond Skin para los zapatos y Matt & Natt para los bolsos (130 euros de media).
Y es que las tiendas especializadas en moda vegana han florecido y se han expandido incluso en España. Ecotendencia proporciona prendas ecológicas tanto a particulares como a otras tiendas, y su rápida expansión es un buen medidor de la «fiebre proanimalista» que se vive hoy. «La gente se hace cada vez más preguntas a la hora de consumir. Hay una clara demanda en aumento de prendas respetuosas con el medio ambiente y con la fauna», afirma Cristina González, fundadora de este nuevo concepto de venta. Sin embargo, destaca las dificultades a las que se enfrenta: «Aunque la gente lo pide, el aumento de la demanda es leve porque, en general, estos productos son más caros que los que proporcionan las grandes industrias textiles –en China, por ejemplo, las condiciones no son en absoluto éticas–, y la gente no comprende que una prenda realizada en condiciones justas ha de encarecerse necesariamente».
Además de Ecotendencia, en España hay muchas tiendas especializadas en este tipo de prendas y la posibilidad de comprar en el extranjero está al alcance de todos: Love Peace Vegan, Fashion Conscience, Justo Akí, Salt & Ethic, Etikos o Fashion and Compassion son sólo algunos ejemplos del rápido avance de la «conciencia verde». OlsenHaus, una de las tiendas vegana más famosas y que cuenta con el apadrinamiento de la activista Amanda Hearst, es fruto del esfuerzo de Elizabeth Olsen. Esta apasionada del veganismo repudia el maltrato y a las «fashion victims» que no son respetuosas con la vida animal. Lo más curioso es que ella misma ha tenido una gran trayectoria profesional en el mundo de la moda: fue directora creativa de Tommy Hilfiger y ha formado parte del equipo de diseño de Calvin Klein y Nine West. Tiene fieles «celebrities» seguidoras de su línea vegana como Emily Deschanel, Maggie Gylenhall o Lisa Edelstein. Sin embargo, la mayoría de las casas combinan líneas veganas con otras «respetuosas». «En Ecotendencia ofrecemos ambas, pero tendemos a posicionarnos en la vegana porque el sufrimiento animal es algo que tiene que pasar a la historia», asevera Cristina González.
Los «no-no's» del veganismo
Esta nueva moda tiene multitud de materiales «prohibidos». La piel es considerada como un fruto de la «tortura», desde la de vaca o cordero hasta las más exóticas de pitón, cocodrilo o cebra. Además, su tratamiento implica el uso de químicos nocivos para el medio ambiente. Como alternativa, los «veggies» proponen el cáñamo, el lino, las microfibras, el ramio, la rafia y la imitación de cuero. Tampoco aceptan la lana, la angora (conejo), la perseguida «cashmere» (cabra) o el «mohair» (hilo fabricado a partir de la lana caprina), poniendo como alternativa el nylon, el acrílico, el poliéster o el algodón. El suave pelo de visones, zorros, conejos, linces o chinchillas es sustituido por materiales sintéticos y las plumas de patos y gansos –utilizadas también en ropa del hogar– por caras telas de alta tecnología. Ni siquiera las suaves sedas orientales se libran del examen. Parece que para llevar el veganismo a sus últimas consecuencias hay que hacer grandes renuncias... Y grandes inversiones.
«Deluxe» precios por las nubes
Los materiales y las condiciones en las que se elabora la ropa vegana provocan que las prendas tengan precios elevados: siempre es más barata la lana natural que la fabricada sintéticamente en el laboratorio. La casa Melie trata de moderar los precios, pero uno de sus bolsos más económicos (arriba) sobrepasa los 100 euros. Incluso los collares reciclados, como los que realiza Reluxe a partir de camisetas desechadas (imagen central), rondan los 40 euros. Pero sin duda, uno de los elementos más caros –además de la costosísima ropa de bebé– son los zapatos. En Olsen Haus (imagen central) se preocupan por el diseño, pero a 210 euros. Y si se eligen prendas veganas de importantes diseñadores, el ahorro se vuelve necesario. Este vestido de Vivienne Westwood (abajo) alcanza los 400.
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