Historia

Guadalajara

Ya han llegado

La Razón
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Los había echado de menos, pero ya están aquí. Ya había visto volar los primeros vencejos, pero me faltaban algunos de los emigrantes africanos. Quizás estas lluvias que debieron llegar antes y estos amaneceres aún escarchados les hayan llevado a remolonear un poco antes de dirigirse península arriba. Los dos primeros abejarucos se me levantaron en una senda junto a unos terraplenes en la baja alcarria de Guadalajara, casi en la linde con Cuenca. A las abubillas las vi al día siguiente ya en la Alcarria Alta dando vista al cañón del río Dulce y en los robledales alineados que bajan desde los montes achatados hasta el Henares y que llaman de Henarejos oí y luego vi de un árbol a otro al primer cuclillo. Y esa misma mañana cerca de la ribera, en unos alambres que flanquean la vía del tren y junto al paso a nivel de la Cañada Real, estaban las golondrinas. Eran varios cientos, posadas, cansadas de la larga singladura. Repondrán pronto fuerzas con los inagotables mosquitos primaverales y se desperdigarán por parejas hacia los viejos nidos donde sacaron sus polladas los años anteriores. Nuestros veraneantes alados empiezan a alegrar esta primavera donde por fin las lluvias han revivido la tierra y salvado en parte las cosechas, sobre todo las de más tardío nacimiento. Otras estaban ya casi totalmente perdidas cuando empezaron a descargar las nubes y han tenido poco remedio. Ya floreció el romero y ahora comienza a hacerlo la aliaga. Engalanará de amarillo las costeras peladas. Y competirá con el verde de los campos de cereales. En ellos este año mi vista se ha alegrado al atisbar muchas más suertes que otros sembradas de trigo. Iba pareciendo que los labradores sólo quisieran y sólo les compensara el cultivar cebada. Pero el verde más fuerte e intenso de los trigales se hacía notar entre el mosaico de mieses. Será bueno para las codornices y perdices, y en general para todos, hasta el corzo, que gustan más de sus granos y espigas que de las otras más ásperas.