Historia

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Un «deja vu» por José Ignacio Arranz Recio

La Razón
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Desconozco cuál será el final de este episodio, pero no es la primera vez que nos acusan de haber roto un jarrón que rompió otro. «Pepinos españoles declarados por Alemania como causantes de un proceso de intoxicación alimentaria en aquél país». Y al calor de la obligación de transparencia, Alemania lo ha pregonado a los cuatro vientos. Notificando al RASFF (Red de Alerta Alimentaria Europea) «como información» lo que, en puridad, debería haber sido notificado como «alerta». Y notificándoselo a la Comisión Europea y a todos los puntos de contacto del RASFF en los estados miembros. Hasta aquí, muchos pensarán que Alemania ha procedido adecuadamente. En primer lugar, ante un incidente con morbi-mortalidad, no es la figura de la «información» la que ha de utilizarse, sino directamente la de «alerta». ¿Por qué no se hizo así? ¿Quizá porque las cosas no estaban claras, como aún no lo están? Por otra parte, lo que está establecido es que cualquier notificación del RASFF se traslade en primer lugar a la Dirección de Salud y Protección de los Consumidores de la Comisión Europea. Ésta, tras valorar la notificación recibida, la difundirá consecuentemente a los países presuntamente implicados en la génesis del problema y a los potencialmente afectados por el mismo. Tampoco eso lo ha hecho así Alemania. ¿A qué tanta prisa por alertar «urbi et orbi» de un incidente, poniendo nombre y apellidos al culpable (de presunto, poco), cuando éste aún no ha sido identificado con el rigor que la investigación de este tipo de sucesos requiere? No voy a incurrir en el mismo defecto que denuncio. Sabemos hasta donde sabemos. Pero a la vista de lo que aún no sabemos, hubiera sido recomendable la cautela y la mesura antes de poner nombres a los presuntos implicados y a su país de origen. Entiendo a la autoridad sanitaria alemana y comparto la primacía que concede a la protección de la salud. Pero antes de señalar… No se si será este el caso, pero recuerdo algunos en los que productos españoles fueron víctimas de apreciaciones precipitadas. «Primum non nocere», en todo y para todos.