Barcelona
Los celos provocaron que el «sheriff» de Olot buscara una nueva víctima
Se van sumando los móviles para «justificar» el cuádruple asesinato del miércoles en Olot (Gerona), por parte de Pere Puig. Con su rifle, Puig mató a cuatro personas: el patrón de la constructora Tubert para la que trabajaba y su hijo, y el subdirector y una empleada de la Caja de Ahorros del Mediterráneo.
Todo parece indicar que Puig estaba agobiado por las deudas: debía más de 4.000 euros de la tarjeta de crédito y sabía que iba a ser despedido. Llevaba meses sin cobrar. A esto hay que añadir que Puig era una persona peculiar, le gustaba disfrazarse de «cowboy», motivo por el que era objeto de burla en la zona.
Tres móviles
Al móvil económico y de los celos hay que añadir el de los celos. Es sabido que Puig quería matar a una quinta persona. Se trata de Marcel·lí, un compañero de trabajo de la constructora Tubert, que se libró de ser tiroteado pese a que desayunaba a menudo con dos de las víctimas en La Cuina de l'Anna, en La Canya. El miércoles se ausentó del desayuno porque estaba de caza, afición compartida con el propio Puig.
Parece ser, según fuentes cercanas al caso, que a Puig le gustaba una de las camareras del bar. Ella le dio plantón, y habría una tercera persona, que no se sabe si es otro empleado del bar o un cliente habitual, que también tendría como objetivo sentimental a la misma mujer. Los celos movieron a Puig a intentar matar a esa persona, siempre según fuentes cercanas a la investigación.
Puig declaró ayer ante el juez y, como no podía ser de otra manera, confesó los cuatro crímenes. El magistrado decretó prisión provisional sin fianza para el acusado. La declaración no se demoró mucho.
El abogado de la acusación, Carles Monguilod, justificó como móvil de los crímenes el impago de dos pagas extras, así como la citada deuda de los 4.000 euros. La abogada de la defensa, Nuria Masó, insistió en que Puig disparó contra quienes había en el establecimiento en ese momento y contra los que tenía algún tipo de problema, pero que, a su juicio, no buscaba a nadie más.
Por su parte, el abogado de la familia Tubert negó que el constructor, para quien trabajaba Puig y una de las víctimas mortales del tiroteo, pretendiese despedir a éste o que le hubiesen firmado un talón sin fondos para saldar la deuda que mantenían con él, aunque admitió que «algo podría haber del asunto del despido».
Según Masó, Puig explicó ante el juez que «con el pan de su mesa no juega nadie», así como que se sintió «dominado por una serpiente, en el estómago y en el cerebro», en referencia a su ex jefe. Otras fuentes destacaron la «frialdad» de la confesión de Puig ante el magistrado.
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