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Okinawa tumba al primer ministro japonés

El primer ministro japonés, Yukio Hatoyama, ha decidido presentar su dimisión tras haber "perdido la confianza de la gente", informó hoy la televisión pública NHK. Hatoyama ha transmitido su intención a los miembros de su formación política, el Partido Democrático (PD), al frente del cual venció en las elecciones del pasado mes de agosto.

Yukio Hatoyama
Yukio Hatoyamalarazon

Menos de ocho meses ha durado el «Obama japonés», el «Kennedy del Sol Naciente», la esperanza de cambio que a finales del verano pasado hizo soñar al país y finiquitó en las urnas más de medio siglo de Gobierno liberal. Con los ojos vidriosos y al borde del llanto, Yukio Hatoyama renunció ayer como primer ministro, escenificando ante las cámaras la impotencia que ha sufrido desde que ocupó el cargo.

El ya ex «premier» arrasó en las elecciones de agosto de 2009 con una serie de promesas electorales que anunciaban una ruptura con el pasado. Una ruptura a la japonesa, sin revoluciones drásticas niemociones fuertes, pero que pretendía desmontar el poderoso clientelismo burocrático, reforzar las políticas sociales y sacar del estancamiento la economía.Cuando llegó al poder en septiembre, el candidato del PartidoDemocrático (PD) arrancaba con una popularidad del 72%. Ahora se marcha con menos de un 17% de apoyos. Este impresionante desgaste se ha debido, en parte, a los males que le pronosticaron sus adversarios y la propia prensa liberal: la imposibilidad de sacar adelante las reformas más ambiciosas que prometió en sus arengas electorales y de conciliar a sus socios de Gobierno.A lo previsible se le unieron los escándalos de corrupción que estallaron nada más inaugurar el segundo mes de mandato. Se supo que su familia, heredera del fabricante de neumáticos Bridgestone, donó más de 9 millones de euros para pagar su carrera política, dinero que Hatoyama nunca declaró a Hacienda. También se descubrió que el PD se había financiado ilegalmente, con dinero donado con más de 90 identidades falsas, entre ellas las de varios muertos.

Sin que le haya dado tiempo a cumplir ninguna de sus promesas, la puntilla a Hatoyama se la ha dado paradójicamente el político en el que inspiró su discurso. Durante su visita a Tokio en noviembre, el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, declaró innegociable la permanencia de la base militar americana en la isla de Okinawa, contradiciendo la promesa que el PD hizo en campaña. Tras meses de ambigüedades, Hatoyama anunció la semana pasada que los marines se quedan, aunque sea al norte de la isla, dilapidando así la poca credibilidad que le quedaba. Conocido como «ET» por su parecido con el famoso extraterrestre, el ex primer ministro ha sido forzado a abandonar por sus propios compañeros de partido. Los cambios al frente del Gobierno son más frecuentes en la democracia japonesa que en las occidentales y el relevo suele utilizarse para revitalizar una legislatura. En este caso, el PD y sus socios necesitan deshacerse de la imagen depauperada de Hatoyama ante la proximidad de las elecciones al Senado, del 11 de julio, en las que podrían perder la mayoría en dicha Cámara. Algo que complicaría todavía más las reformas en curso y pondría en bandeja el retorno del Partido Liberal (PLD).

En una de sus últimas contribuciones a su partido y su país, Hatoyama se lleva por delante al secretario general del PD, Ichiro Ozawa, considerado por muchos el poder en la sombra y cuya personalidad ha chocado a menudo con la del ex primer ministro.

Más allá de Okinawa, la prioridad de Japón sigue siendo una economía que lleva una década arrastrando una crisis interminable que está minando las bases sociales del bienestar. Para aliviar dichas urgencias, al menos de cara al electorado, la mayoría de los analistas creen que será el titular japonés de Finanzas, Naoto Kan, quien se haga con el mando en plaza. Si Hatoyama representaba el idealismo dentro de las filas del PD, Kan es el realismo. Fue elegido en enero, entre otras cosas, para tranquilizar a los inversores. Su ascenso sería toda una metáfora del fracasado cambio a la japonesa.