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Salirse de lo acostumbrado por Jesús Fonseca

La Razón
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Lo peor es la parálisis. «La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia», decía Albert Einstein, quien argumentaba así su afirmación: «No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo». El principal inconveniente de las personas y de los países, a la hora de afrontar los problemas, es la resistencia al cambio. La falta de pericia. Algo que nos afecta a todos. De la ineptitud y su dominio, nos dejó dicho Ayala que «resulta tanto más dañina cuanto mayor es el poder del incompetente». Un médico torpe puede provocar daños irreparables. Un maestro lelo causará perjuicios para toda la vida. Un piloto, o un conductor irresponsable, una catástrofe. Un albañil, un funcionario o un periodista que dejan las cosas al azar, ocasionan cuantiosos daños a las personas y a la sociedad. La impericia, en fin, de un gobierno puede ser devastadora. Con una particularidad: que el daño causado no se resuelve fácilmente, ni tampoco de un día para otro. «De aquellos barros vienen estos lodos», dicen los labriegos de la vieja Castilla. Y embarrados estamos. El precio de la incompetencia política es altísimo. Razón de más para hacer lo que hay que hacer.

No podemos seguir, por poner un ejemplo, con unas administraciones obsoletas y paralizantes. Hay que acabar con los malos hábitos. Salirse de lo acostumbrado. Plantarse y cuestionarse cada una de las pequeñas rutinas que nos señalan los límites de cada día, como enseñan los psicólogos. Esta vez no vamos a resolver nuestros problemas con los mismos pensares de siempre. Tampoco con parecidos haceres y decires. Todo aquello que nos ofrezca nuevas posibilidades para avanzar hacia una estrategia clara e ilusionante, empezando por la ejemplaridad personal, debe hacerse. De lo contrario iremos a peor. Haremos irrespirable la atmósfera social.