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La ilusión del candidato
Hay consignas, tópicos, clichés propagandísticos y recurrentes que son eficaces para una época y un partido concretos, pero que se quedan viejos y como fuera de lugar cuando muda el contexto, cuando un país cambia de tiempo político. Durante una época quizá tuvo su eficacia el célebre y manoseado argumentito de que «Rajoy no ilusiona», pero a estas alturas y después del abrumador éxito electoral del PP el pasado 22 de mayo, querer volver a semejante cantinela resulta risible. Es risible porque ahí están las urnas; porque de nadie que hace fundamentalismo sociata podemos esperar nadie que se ilusione con Rajoy y porque el que de verdad no ilusiona, como lo demuestra la encuesta que publica hoy este diario, es el candidato que va a tener el PSOE en las próximas generales, que no es precisamente la alegría de la huerta. ¿Cómo puede buscar la paja en el ojo ajeno quien tiene esa viga en el propio? ¿Es que puede ilusionarle a alguien Rubalcaba, un hombre que lleva en el rostro la derrota del felipismo y del zapaterismo juntos? ¿Quién puede ilusionarse con la desilusión? Por otra parte, el propio verbo «ilusionar» genera hoy grandes prevenciones en esta España que ahora está pagando la cara ilusión, el número ilusionista que ha sido el zapaterismo. Por cierto, Ibarretxe hablaba mucho de su «proyecto ilusionante» en las vísperas de su evaporación electoral.
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