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Justicia y niveles por José Luis Requero

La Razón
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Leo un interesante artículo en la revista «Nuestro Tiempo», de la Universidad de Navarra. Se titula «Se buscan políticos preparados para la vida moderna» y se anuncia así en la portada: «¿Qué clase de formación necesitan los políticos?». El artículo parte de la poca confianza que generan los políticos y del contraste que hay entre unas generaciones cada vez mejor preparadas y unos políticos que no están a la altura. Al poco leo que en los actos del segundo centenario de la Constitución de 1812 se dice que entonces la nación estuvo muy por encima de sus gobernantes.

Tras esas lecturas he repescado la transcripción de la última comparecencia del presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial ante la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados. Cuando la leí pensé en lo difícil que les resulta a ciertos políticos entender a estas alturas lo que es la Justicia y el Estado de Derecho. Pensé en un primer momento en ceguera ideológica, pero releyendo esas intervenciones a la luz del artículo de «Nuestro Tiempo» y de que ya en 1812 la clase gobernante no estaba a la altura, pienso que hay también dosis de ignorancia.

Vayan unos ejemplos. Un diputado se dirige al presidente del Tribunal Supremo con una consideración no traída de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, ni de seminario universitario alguno o publicación erudita: «Yo creo que estos últimos días se habla demasiado de ustedes en las cafeterías y en los bares». En tan ilustre foro el diputado ha oído que nuestra Justicia es «jacobina y castellanista» y apunta la solución: en Alemania «hubo un ejercicio de desprusianización y ustedes no han hecho el ejercicio de descastellanización».

Otro: «Nos preocupa el exceso de tecnicismos que muchas veces encontramos en las resoluciones, nos preocupa la falta de claridad, nos preocupa el abuso de citas jurisprudenciales». Admito que hay resoluciones ilegibles, pero no que a un legislador le preocupe que un juez resuelva en términos jurídicos –léase «tecnicismos»– o que acuda a la jurisprudencia, es decir, a la doctrina que nace de interpretar y aplicar las leyes, las que hace Su Señoría. Lo que ya no sé si sorprende o enternece es su sinceridad: tras quejarse –con razón– de la extensión de algunas sentencias, añade que son ilegibles «para nosotros, para los que somos legos en esto de la justicia», en fin, para un diputado de la Comisión de Justicia.

Ante el anuncio del actual Gobierno de volver a un Consejo General mayoritariamente elegido por los jueces, no por los partidos, dice un diputado: «Nos opondremos y, en cuanto el pueblo español nos dé la confianza, en veinticuatro horas se volverá a retrotraer este atropello a la soberanía popular». No concibe que ese pueblo soberano quiera una Justicia no retrotraída a estos años de plomo de politización y descrédito. Y otra perla más, la del diputado que en la Comisión de Justicia le dice al presidente del Tribunal Supremo que no acata la sentencia condenatoria de Garzón.

Se podrá decir que soy injusto, que hubo intervenciones de más calado. Lo admito, pero lo que afloran son unos planteamientos identificados con lo que poco después sostuvo Peces-Barba en un artículo. Es tal su enfado por las reformas que acababa de anunciar el ministro de Justicia que, falto de sustantivos –léase, razonamientos con sustancia–, acude a los adjetivos: la actitud es «beligerante» y «conservadora»; las propuestas, «retrógradas» y «reaccionarias», «ignorancia de la esencia de la justicia»; las reformas son las «más negativas, más clasistas y más reaccionarias y expresan o una ignorancia extrema, signo de falta de lecturas, o una parcialidad a las posturas más corporativas y judicialistas»; «gran ignorancia del funcionamiento del sistema»… Éste es el nivel, no muy distinto del que hemos visto en otros ámbitos.

El ministro de Justicia ha anunciado reformas prometedoras y ha tenido el acierto de rodearse de buenos profesionales, de prestigio y conocedores de la Justicia. El nivel está alto. Visto lo visto, basta que el conocimiento esté en el Gobierno, donde se preparan las reformas; y vista la reacción de otros, basta un mínimo de decisión para acometerlas. O se hacen ahora o no habrá más ocasión.

 

José Luis Requero
Magistrado