Berlín
La amenaza de la deuda
El Consejo Europeo del próximo domingo aparece en el calendario como una fecha clave para la economía comunitaria, en general, y para la española, en particular. El plan de recapitalización bancaria diseñado por Bruselas, que podría analizarse en el encuentro, supone, en los términos conocidos, un problema de hondo calado para nuestro país. Calcular las necesidades de capital de las entidades mediante un ejercicio teórico que prevé una devaluación de nuestra deuda soberana de hasta un 20% abre un escenario crítico para España que se traduciría en un automático empobrecimiento del país y lastraría la recuperación hasta hacerla casi inviable en los próximos años. Quienes, como desde la Comisión Europea, justifican que se plantea sólo un acercamiento teórico para, por el contrario, restaurar la confianza en el sector de la banca desconocen la sensibilidad e inestabilidad presente de los mercados, pecan de ingenuidad o mienten para ocultar sus intenciones. Cualquier persona con un mínimo de conocimiento financiero, y no digamos ya los responsables de Bruselas, París o Berlín, sabe que esa devaluación teórica tendría un impacto real en la banca y la economía, pues los inversores lo interpretarían en clave de desconfianza hacia unos países ya bajo sospecha, y de cuyo alcance tampoco se escaparía la zona euro y la propia moneda. Estamos ante un escenario inasumible. Convertida nuestra deuda en bonos basura y generada una situación de inseguridad jurídica, se recortaría el crédito, se agravarían las tensiones financieras y se debilitaría el crecimiento con evidentes consecuencias para empresas y ciudadanos. En ese punto, la posible ampliación del fondo de rescate para dar garantías a estados como España, anunciada ayer por Durao Barroso como parte de la agenda del Consejo Europeo del domingo, no es el mejor presagio. Desde Moncloa se negó ayer que Bruselas se haya planteado un proceso de ajuste de la deuda de las economías periféricas, pero las autoridades comunitarias y los gobiernos alemán y francés no parecen apuntar en esa misma línea. En cualquier caso, hizo bien Mariano Rajoy en trasladar a Rodríguez Zapatero que no acepte bajo condición alguna la depreciación de nuestra deuda. Fue un acto de responsabilidad no sólo por la trascendencia de una decisión así, sino también porque, si se cumplen las previsiones, será quien deba gestionar el país dentro de poco más de un mes. El nuevo plan de recapitalización bancaria es un episodio más del desgobierno y la falta de liderazgo político y económico con que Europa ha afrontado la crisis. Demasiados pronunciamientos grandilocuentes que no se han traducido en políticas eficaces y rigurosas. Con tanto exceso de improvisaciones, el resultado ha sido más crisis. París y Berlín reclaman la gobernanza económica, pero luego supeditan las actuaciones europeas en función de sus dificultades nacionales, sobre todo de la situación de sus bancos, demasiado expuestos a los países ya rescatados. Europa necesita más integración y coordinación, sin atajos ni ocurrencias que hipotequen su futuro y el de sus ciudadanos.
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