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Rubens un infiltrado en la Corte
Una exhaustiva biografía de Mark Lamster destapa la labor diplomática del pintor en la Europa del siglo XVII y cuenta la función que desempeñó el artista para la Corona española y las cortes europeas. «Rubens. el maestro de las sombras»Mark Lamster Tusquets402 páginas,22,12 euros.
Había una edad de oro y otra de plomo. Ambas eran coetáneas y vivían superpuestas en la época, el siglo y el territorio. Y él conoció las dos. La Europa regia de los salones y los palacios; y la de los generales, los asedios y los campos de batalla. Pedro Pablo Rubens era un artista de lo barroco. Un pintor de las plenitudes carnales, de la exaltación política por vía de la mitología, por el viejo camino de la metáfora. Nació en 1577, en un continente desgarrado por una guerra que sumía en su interior muchas otras, las que generalmente mueven a los gobiernos y los imperios. Un conflicto que se decidía en lo pequeño, en las provincias llamadas de Flandes, pero en el que se conjuraban abundantes belicosidades de procedencia diversa: las de la hegemonía, los intereses dinásticos y, sobre todo, la divisiones religiosas. Ese conflicto de fe que puso en orillas opuestas a católicos y protestantes. En medio quedaron los territorios la gente, que era lo que realmente preocupaba a Rubens.
Una de sus telas, «Los horrores de la guerra», refiere ( bastante antes que Picasso y el «Guernica», obra con la que comparte analogías, como subraya el autor de esta semblanza) los estragos que las milicias dejan en las poblaciones. Este trabajo da cuenta del sufrimiento de aquellas décadas duras –las que abarcaban la guerra de los Ochenta Años–, pero también deja constancia de los sentimientos de este pintor. Un hombre que se encontró en una encrucijada de la conciencia. Por un lado se debía a los territorios flamencos por la lealtad que imponía el nacimiento. Pero, su anhelo por acabar con la violencia que ejercían las potencias (y que padecían los desfavorecidos), las situó en un papel incómodo: el de responder ante la corona española. «El hecho de que el dinero saliera del presupuesto militar español indica que el trabajo de Rubens iba realmente más allá del "asesoramiento". Oficialmente, ya era un espía», asegura Lamster. Nueve meses después, Rubens se convertiría en un miembro de la nobleza. Requisito imprescindible en ese tiempo para desempeñar un cargo en la diplomacia internacional.
Mark Lamster ha logrado una obra notoria. Una semblanza que se desliza con éxito por ese sendero delicado que discurre entre el retrato biográfico y la historia política. Un vaivén que conjuga bien, sin renunciar al entretenimiento o al detalle anecdótico. Prescinde del análisis de la obra de Rubens, algo característico de las monografías dedicadas a los artistas, para recoger sus aspectos más psicológicos. Sin embargo, reivindica su figura y lugar dentro de la Historia del Arte. El escritor denuncia el paulatino alejamiento del público de la estética y el legado de este pintor, hoy reducido a un tapiz de tópicos. «Sus pinturas han sufrido una pérdida completa de significado profundo».
Posición privilegiada
El destino de Rubens está marcado por esa renuncia voluntaria a una existencia bohemia y torturada que llevaron otros colegas, co-mo Caravaggio (aunque es probable, sino seguro, que el italiano deseara una vida un poco más sosegada de la que llevó). Él se desenvolvió entre encargos de grandes mecenas y monarcas de países diferentes, que apreciaban su pintura colorista y de formas. Esa posición privilegiada le permitiría entrar en contacto con diferentes círculos hegemónicos de poder. Una ventaja que le permitiría ejercer de nexo para trabajar como puente entre tronos para detener sus hostilidades.
Rubens aspiraba a que se alcanzara las paz definitiva en los Países Bajos. Moriría sin ver realizado ese sueño. A pesar de que trabajó para muchos reyes, un resquicio por el que infiltró sus dotes diplomáticas, jamás pudo ver cumplido ese deseo. «El principal éxito de Rubens como político» fue «el tratado que negoció entre España e Inglaterra». Y tampoco logró «la reconciliación entre España y las Pronvincias Unidas».
Lamster describe cómo Rubens se infiltra en estos ámbitos. Las dificultades y aventuras iniciales con pulso de novelista. Y su obra aporta un interesante fresco de cómo funcionaba la diplomacia del siglo XVII. Por estas páginas aparecen, juntos, nombres como Brueghel, Caravaggio, Miguel Angel o Rafael. Y, junto a ellos, el Duque de Lerma, el Conde Duque de Olivares o aquel jefe militar de la Casa de Alba que asoló y llenó de terror los Países Bajos. Ahí están Bélgica, Londres, Madrid y Roma. Y no renuncia, por eso, a la descripción vital del artista. Ahí están sus pasiones, sus viajes y sus debilidades como pintor. Los rasgos de un personaje que fue muy apuesto, que trabajaba aún con taller y que se convirtió, un poco por azar, en un gran coleccionista.
Sobre el autor
Mark Lamster es historiador de la arquitectura y crítico de arte. Suele escribir en publicaciones como «The New York Times»
Ideal para...
los que les gusta el arte, la historia y están interesados en comprender los hilos que movían a las potencias europeas del siglo XVII. Otro alicientes es que toca un aspecto a veces ignorado de la biografía de Rubens
Un defecto
Los españoles parecen la encarnación de todos los horrores. Como si Francia o Inglaterra hubieran sido entonces unos santos.
Una virtud
El toque novelístico que imprime a la obra
Puntuación 8
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