Benedicto XVI
Una marea de humanidad
La celebración eucarística en Cuatro Vientos fue extraordinaria. Nunca había visto algo igual. Una inmensa marea humana unida por la ilusión y la alegría. Nadie es capaz de reunir a dos millones de jóvenes sin otro reclamo que la espiritualidad. Sólo lo hace la Iglesia. Uno de los asistentes me comentaba que había dormido una hora pero era inmensamente feliz. El liderazgo universal del Papa refleja fielmente la fuerza de la Iglesia en todo el mundo. Tras dos mil años, esa obra de Dios es la única capaz de dar respuesta a los interrogantes que se plantea el hombre desde el principio de los tiempos. Es muy significativa esa capacidad de conectar con centenares de millones de jóvenes a lo largo del planeta con un mensaje basado en el esfuerzo, el sacrificio, la coherencia y la ilusión. En una sociedad en la que se adora al becerro de oro del consumismo y el hedonismo, la comunión de Benedicto XVI con los más de 1.200 millones de fieles que tiene en todo el mundo es una esperanza de futuro. Lo es de una institución al servicio del hombre. Al margen de modas y sin complejos.
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