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Bufanderos por Gaspar Rosety
Alguien descubrió hace años que debía mantener audiencias a cualquier precio. Y se pagó en objetividad e independencia. Así llegaron los periodistas forofos, que siempre dan la razón al seguidor: sólo ven penaltis a su favor. Parecía gracioso, pero, ante la proliferación de este formato, los lectores, espectadores y oyentes comenzaron a preocuparse por no confundir la información veraz con opiniones que se limitan a darles la razón.
Me gustan las tertulias, los debates apasionados, los temas candentes y las opiniones libres. Ello implica pluralismo, democracia, respeto y libertad de pensamiento y expresión. Lo que no me gusta es el circo. Me gustan el periodismo y la comunicación. Cuando queramos payasos, trapecistas y domadores, ya sabremos dónde ir.
Entiendo al bufandero como un actor que representa su papel dentro de una obra, pero prefiero pasar página o usar el mando para cambiar si pretenden liderar la información. Ellos no informan, sólo opinan, pero pretenden que sus opiniones se confundan con la verdad. Hacen falso periodismo.
No es bueno transmitir a los estudiantes que ahora empiezan que ese sea un modelo a seguir. El periodismo requiere información, investigación, fuentes, comprobaciones, rigor, estilo, calidad y criterios éticos. Es la verdad quien debe ejercer el liderazgo. La seriedad no está reñida con la sonrisa. Los verdaderos periodistas, muchos y buenos, no llevan bufanda. Comprendo a quien se la pone para poder comer, pero una cosa es la comunicación corporativa y otra el bufandero que vive del cuento de cada día. Eso no es ciencia, ni arte ni veracidad ni ética. La única virtud es que no esconden su función. Nos consideran estúpidos.
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